Lambert tenía entre manos un libro de terror y sabía que ya la atmósfera y el guión estaban consolidados, solo faltaba que se adecuara todo a la gran pantalla. Cementerio es una obra negra, muy negra, no solo por lo que en ella acontece sino porque sus tonos más sus ritmos densos la hacen portadora de un horror clásico contundente.

Muertos que regresan...mal, de un cementerio indio que es la clave secreta que se yergue detrás de un cementerio circular destinado a las mascotas aplastadas por una ruta maldita. Todo suena a recontra visto, oído, leído, digerido y sin embargo solo se necesita un pulso medido y conciente de sus posibilidades para hacer de un potencial lastre una obra decente.
Cementerio no duda en hacer del gore su elemento más fuerte, pero lo condimenta con altas dosis de tensión e intriga al servicio de una obra en donde la muerte no llega sola ni macabra, sino meditada, reflexionada y asumida: eso es lo peor de esta cinta. El miedo a la muerte lo tenemos todos, lo que no tenemos es la seguridad de poder pactar con ella mediante un sitio en donde puedas negociar. La razón lucha con la locura, pero el poder de la irracionalidad frente a la pérdida afectiva siempre va a ser más fuerte que toda la frialdad mental del universo. La ruta lo sabe...por eso aún espera.

Recomendable, como no, para un público que sepa de antemano que Cementerio no anda con vueltas, va al grano y hace estallar todo el pus de golpe pero, eso sí, con una serenidad cínica.