En la primera, todo fue una cátedra: actores, guión, historia como adaptación, fotografía y demases. ¿Quién daba algo por esta secuela? ¿Cómo superar la primera, la famosa, El silencio de los corderos? No es que Hannibal logre superar una leyenda viviente, pero si se ha encargado y con creces de respetar un espíritu estilístico y temático. Incluso se dio el lujo de profundizar allí, en donde la primera no había tenido tantas posibilidades.

Clarisa y Lecter, Lecter y Clarisa. Foco temático visible a kilómetros, el amor de este psicópata inusual y atrayente desde su propuesta transgresora hacia esa agente del f.b.i entre demasiado libre pero de dócil ternura se magnifica aquí y explota en el final: un sacrificio.
Hannibal es oscura pero también solemne desde su puesta en escena. Florencia es ópera y burguesía, sugerencia exquisita frente a lo grotesco y tosco de un grupo de jabalíes enojados.
Hannibal encuentra su mayor mérito en su pulso narrativo, tan suave que resulta perverso y sádico. La mano de Scott es meritoria, por dios si que lo es.

La contemplación de Hannibal contrasta con el policial de El silencio...Dificil saber cual es mejor porque se parte desde caminos distintos, quizás irreconciliables. En ambos casos, los caminos quedan marcados, pavimentados y en espera de ser transitados una y otra vez.