Los primeros 10 minutos de película ya lo dicen todo. Están cargados de simbolismo y de una visión directa en la que es imposible no sentirse identificado.
Un día con un calor insoportable, atrapado en un atasco monumental, con los coches pegados, sin espacio, rodeado de humo.
El aire acondicionado no funciona, la mujer todo el tiempo pintándose los labios sin parar asomando su asquerosa lengua, los niños del autobús escolar gritando y dando por el saco, hasta la mirada de la niña del vehículo de delante impertinente y fija. Los maleducados dando voces por el teléfono y tocando el claxon, aun a sabiendas de que la fila no va a avanzar por más que toquen la bocina. Y la mosca, la mosca cansina que es imposible de eliminar.
Y de repente sale la bandera norteamericana colgada del autobús escolar, y esta vez no es para cobrar la subvención, es para señalar abiertamente a quien se critica.
Si, es a la sociedad norteamericana del momento.
Es una crítica mordaz hacia la mala educación, hacia la violencia, hacia las normas absurdas, hacia el modelo de vida estresante y cargado de odio y falta de empatía.
La alienación de una sociedad entera y su modo de vida.
Michael Douglas, está atrapado, y no sólo en el atasco, sino en la propia vida y sociedad. Todos nos sentimos como el.
Pero ya no aguanta más y se rompe.