No niego que Helen Mirren está magnífica en su papel de Isabel II. No niego que las ambientaciones, los secundarios e incluso el guión está bien resuelto. No niego que incluso simpatizo con la reina, en su lucha contra la plebe que beatifica a una "princesa del pueblo" que vestía Armani, viajaba en Mercedes y veraneaba en la Riviera o en Bora-Bora. Pero aún así, todo la película desprende un tufo a telefim basado en una historia real de sábado o domingo por la tarde que hace imposible que me la pueda creer.