One Day habla de una relación atípica entre dos "amigos": Hathaway y Sturgess. Ambos se gustan, se atraen, se necesitan. Pero ya sea la terqueza de ella o la estupidez de él, siempre hay algo que estropea el momento. Y así se pasan los años, como si estuviéramos viendo un remake de "Cuando Harry encontró a Sally", (Rob Reiner, 1989) "Atrapado en el Tiempo", (Harold Ramis, 1993) o una versión barata de "Antes del Amanecer", (1995, Richard Linklater) lo que vemos es a una pareja que de la estupidez va madurando a base de las hostias que da la vida.

El enamoramiento, consciente o no, es algo innegable... Navegar a contra corriente intentado negar lo evidente sólo contribuye a cebar esa tragedia griega que es en si misma el palíndromo humano: el hecho de gustar a alguien no te hace un dios/diosa. Te convierte en vulnerable, te hace más humano que humano. Permite una inversa re-lectura de quién eres y lo que realmente puedes llegar a ser. Como cuando los arácnidos mudan la piel: es su momento de mayor fragilidad y a la vez la preparación para algo más maduro, más fuerte. Sin los hieratismos ni artríticas genuflexiones que llevan a los personajes de la película a ocultar lo evidente durante años.

Cuando uno contempla caprichos amorosos del pasado, es como cuando de pequeño querías ese patinete "ChiCo" tan molón y tus padres no te lo compraban. Luego ya de adulto al reencontrarte con "el patinete" de nuevo pueden ocurrirte dos cosas: 1. Que sonrías y aceptes que ya eres madurito para tales juegos. 2. Que al intentar montar el patinete, termines rompiéndote la crisma.

One Day habla de eso, de la oportunidad del tiempo perdido, de personajes que vagan en su propia odisea tenebrosa, buscando algún camino perdidos en la nada, atenazados por la oscuridad de sus propios sentimientos. Sin percatarse que la respuesta a sus preguntas están en un espejo y su propio bolsillo, (Rayuela)