Vaya por delante que considero a Viggo Mortensen un actor como la copa de un pino, lo cual no impide que esta película me parezca un descomunal patinazo.
Para empezar, la historia no consiguió conmoverme en lo más mínimo. Entre otras cosas porque el aspecto emocional está al servicio de transmitir una sola idea - un mensaje - y se nota bastante. Este es el primer fraude que detecto.
En cuanto al mensaje en sí, también tiene gato encerrado. Es como si el director, se hubiese asustado de su propia propuesta, dedicándose a última hora a edulcorar el maniqueísmo del asunto a base de añadir matices que no funcionan demasiado bien tampoco. Entre otras cosas porque no se los cree.
Y, ya entrando en materia, a mí el modelo de familia- y por extensión el modelo social- que esta tramposa fábula parece proponer me pareció terrorífico. Dudo que esa fuera la intención del director, pero la película confirma mis sospechas de que con cierta frecuencia el antifascismo puede llegar a ser la peor forma de fascismo. Y también que la programación antisistema no tiene nada que envidiar al lavado de cerebro habitual en la Matrix.
Tal vez la escena en que padre e hijos celebran el cumpleaños de Noam Chomsky fuera un chiste cuya gracia se me escapa, pero de no ser así es de lo más ridículo que he visto nunca en la pantalla.
Por lo demás todos, actores y técnicos, están perfectos.