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Voto de Markus David Sussmanovitch:
1
Drama Diciembre del año 2004. María (Naomi Watts), Henry (Ewan McGregor) y sus tres hijos pequeños vuelan desde Japón a Tailandia para pasar las vacaciones de Navidad en la playa. Una mañana, mientras se encuentran todos en la piscina del complejo a orillas del mar, un tremendo tsunami destroza el hotel y gran parte de la costa del sudeste asiático. Este desastre cambió para siempre la vida de millones de personas. Esta es sólo la historia de una familia. (FILMAFFINITY) [+]
28 de octubre de 2012
28 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una película hecha única y exclusivamente para emocionar al espectador. Hasta ahí, es algo relativamente lícito. El problema es cómo lo intenta, y entonces se advierte la tremenda carencia de talento puesto en tal empeño. Me refiero a talento cinematográfico, artístico; es evidente que talento comercial, astucia corporativa, sí que tienen estos señores. Pero aquí venimos a hablar de cine, de algo que pretende llamarse artístico, y no de estrategias de mercadotecnia y psicología del cliente (el problema es que el cine cada vez es más indistinguible de lo segundo).

Como decía, está hecha para emocionar al incauto, pero lo que hace es arrancarle la empatía a golpes de la peor pornografía sensiblera. Cada secuencia, cada plano, cada diálogo, cada entonación, cada sonido (diegético y extradiegético; la música es de una redundancia respecto a lo visual esperpéntica) está diseñado con la única finalidad de forzar la lágrima, una lágrima que habremos de llamar 'fácil' por ser producto de una postura comodona, perezosa e infantil en el espectador. El guión es lamentable, digno de treinta minutos de trabajo, con unas situaciones que constituyen un convencionalísimo muestrario de topicazos. Tal táctica es loable para un anuncio de cualquier empresa de pañuelos desechables o seguros familiares, pero como creación cinematográfica es poco menos que un insulto. Más que empatía, provoca en el espectador (encontrándose éste en condiciones normales de exigencia) repugnancia y enfado.

Los efectos especiales sin talento no son más que financiación, puestos al servicio de la nada artística no son más que fuegos de artificio, ruido y esplendor fugaz. Una película que se reivindica las más de las veces por ellos, poco o nada tiene que ofrecer.

El éxito en taquilla y la nota media en esta web no es más que un signo de los tiempos.
Markus David Sussmanovitch
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