Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Juan Ignacio :
7
Comedia. Drama Rosa es una prostituta que heredó el oficio de Antonia, su madre, quien ahora se cree Sara Montiel y convierte su vida cotidiana en un infierno. Rosa no sabe ser feliz. O no puede. Pero la llegada inesperada de un nuevo integrante a su particular (y absurda) familia le dará una oportunidad única para lograrlo. (FILMAFFINITY)
25 de mayo de 2018
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rosa es una prostituta de edad madura; su anciana madre, Antonia, con quien convive en una corrala de vecinos madrileña, también lo fue, ahora se encuentra impedida en una silla de ruedas y continúa haciendo la vida imposible a su hija (como si la existencia de las dos no fuera ya, de por sí, lo suficientemente insoportable), mientras se da aires, a sí misma y a su hija, pues no tiene más concurrencia, de gran señora artista retirada. En su mismo piso de dicho inmueble habitan otras dos prostitutas, cada una en su casa, una rusa, que al tiempo es drogadicta, y tiene una hija de siete años, Lyuba, y una mulata suramericana quien tiene un niño de la misma edad de Lyuba. Entre la casa de Masha, 'La Rusa', y la de Antonia y Rosa, reside Lupita, un travesti. La infame vida existente en esa planta del edificio se alterará, más que de costumbre, cuando Masha muere de una sobredosis y su hija se esconde asustada.

Así visto el argumento, fríamente, tal como es y lo he expuesto, no hay duda de que estamos ante los ingredientes de un folletín que, en el peor de los casos, podría derivar hacia un inmenso melodrama, pero tal hecho no sucede gracias al buen guion escrito por Marina Seresesky, quien también dirige esta su opera prima. Guion que resulta redondo, aunque con una licencia efectista al final, sin aristas, con buenos y creíbles diálogos, y que crea unos personajes, más o menos desarrollados, con el fondo suficiente para dotar de peso al conjunto de la obra.

La dirección es sobria y digna, si bien la escasez de presupuesto se nota. La rigidez de la cámara, no se mueve nunca, lleva a un intercambio constante de primeros planos, con algunos medios en menor medida, y ello puede llegar a saturar al espectador a quien hace sentirse casi tan enclaustrado como los personajes en ese patio vecinal y el pequeño piso de Rosa y Antonia donde se desarrolla casi toda la acción.

El odio de la hija hacia la madre lo deja la directora de manifiesto sin tenerlo que recalcar, lo expone con toda su crudeza, así como sus razones para que exista. Rosa llega a odiar más a su madre que a su trabajo, pues es a ella a quien culpa de que esté en él metida, si bien al espectador no se le dan pistas de que ella haya tratado de subvertir esa situación. La amargura del personaje interpretado por Carmen Machi es tal que ni la aparición de la irrupción sorpresa en su casa hace que varíen lo más mínimo sus agriados sentimientos. Sólo un golpe inesperado de suerte le haría pensar en una posibilidad de realidad distinta a la que tiene encima.

Mención aparte para el personaje de Lupita, el travesti, magníficamente interpretado por Asier Etxeandia, contrapunto acertado de humanidad entre las dos mujeres enfrentadas.

Como he dicho, o he dejado entrever, las actuaciones de Carmen Machi, Terele Pávez (la película comienza con una dedicatoria a Amparo, por Amparó Baró, quien iba a hacer el papel de Antonia y no pudo debido a su enfermedad terminal), Asier Etxeandia y la niña Lucía Balas son dignas de ser destacadas.
Juan Ignacio
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow