No voy a hablar de la amistad, el que quiera leer sobre la amistad, la infancia, y esos amigos inolvidables, tiene unas 40 críticas anteriores a la mía (muchas de las cuales muy buenas), en las que se habla de todas estas cosas.

Yo quiero hablar de la envidia, ni envidia sana ni porras, ENVIDIA con mayúsculas.

Mi padre siempre me ha dicho que una de mis virtudes es que nunca he sido envidioso. Lo siento papá, te he fallado.

Para empezar, envidio a esos tres chavales que tienen como amigo al personaje de Chambers.

Envidio cada segundo que pasan los cuatro amigos juntos.

Envidio a los chavales que hayan podido hacer una fogata con sus amigos en mitad de la noche.

Envidio a los chicos que puedan contar haber tenido una aventura semejante a esta.

Envidio a los años 50 americanos.

Envidio a quien haya podido conducir un Studebaker.

Envidio a la gente que pudiera oír en directo por la radio esas canciones.

Envidio a quien compuso “Stand by me”.

Envidio a quien la editó para la película.

Envidio la manera de actuar que tiene Kiefer Sutherland, una vez más dan ganas de patearle las costillas (señal de que hace muy bien su trabajo).

Envidio a quien escribió tan bien una historia de chavales de los años 50.

Por lo tanto, envidio a Stephen King.

Envidio cada minuto de la película.

...y que conste que no me he fumao ná.