Mas allá de la crítica fácil que está inundando la película es innegable que Biutiful es un auténtico espectáculo visual. Sumergida en una de las caras de la Barcelona poliédricas y contemporánea Biutiful se despliega como une película de ritmo lento, asfixiante, insistente que a través de sus 145minutos nos brinda un auténtica cascada de sensibilidad y angustia a partes iguales. Es un torrente de imágenes atroces e interpretaciones memorables, donde cada plano, cada gesto, cada foco, cada frase y cada nota subrayan terror y rezuma sentido estético. Nada es en vano, todo en favor de la película como agente transmisor de emociones (amargas) y de sensaciones (claustrofóbicas) para contarnos algo tan normal, pero tan ejemplar, como el esfuerzo tozudo de un ciudadano anónimo que se resiste a caer al vacío. Tan aterradora como genial.