'Langosta' es ese gran ejemplo esporádico de cómo de una genialidad se consigue hacer algo parcialmente aburrido, con puntuales momentos para hacer efectiva esa genialidad a través del humor. Su fundamento en un mundo distópico hace equilibrios dentro de la locura surrealista. La ironía funciona pero solo a veces consigue hacer que salte la chispa. La sobriedad de las actuaciones va en consonancia con la del lugar, una especie de balneario del delirio; algo que sirve como punto de proyección de la manipulación de la persona para conseguir la supuesta perfección del individuo. Los arquetipos de la felicidad van enfocados hacia la vida en pareja, con tutor espiritual y cuenta atrás para que se consiga el deseado cambio para mejor. Traducido, un perro de presa y un reloj que marca el irremediable tictac para el teórico punto de no retorno.

Con su fino sentido del humor (negro) demanda el miedo a la soledad y amplifica una de las esencias de la sociedad, al tratar a la pareja como uno de los pilares en que se fundamenta la misma, eso sí, todo expuesto bajo el prisma del autómata controlado, artificial y sin sentimientos, dispuesto exclusivamente para cumplir los objetivos dictados de quienes mandan. El culmen de su absurdo lo tiene presente con su misticismo y su forma de reencarnación a elegir. Lo que no sabemos es si cuenta con ello como castigo o como medio para alcanzar la perfección no lograda en esta vida.
Es siniestra a la par que sarcástica. Una obra de innegable originalidad repleta de detalles sobre el existencialismo, que no por eso llega a convertirse en todo lo ácida y divertida que podría y debería.