se compra un arma blanca brutal, mitad cuchillo Rambo, mitad puño de acero, y se dedica a liarla parda por la ciudad.
Me sentí identificado por el humillante trato que recibimos los pocos seres que quedamos con algo de educación y por el deseo en mi interior de una reacción como la suya. Pero me asusté de las consecuencias. No por matar a sangre fría a una camarera, meter palizas a proxenetas o asustar a viejas cascarrabias, no, eso está genial... lo que me aterroriza es enamorarme de un negro al que le falta un piño y me ha forzado a felarle el miembro viril.

Nada de esto habría hecho mella en mí, si la película fuese tramposa y las actuaciones facilonas e intencionadas (en ese aspecto). Tampoco es éste el drama definitivo del tercer milenio, pero sí una película sencilla, sin ínfulas, sin metraje pegote, y en cierto modo, original.
De las que no buscan el olimpo de la creatividad ni el dinero a discreción.