Siguiendo la estela de la divertidísima serie Vergüenza, y con uno de sus dos creadores también a los mandos, una figura central, en este caso un ministro brillantemente interpretado por Javier Cámara, queda en evidencia continuamente en beneficio de las risas de un espectador, que asiste una vez tras otra a situaciones bochornosas. Esta dinámica se mantiene durante los ocho capítulos que dura esta primera temporada, cuya trama central te atrapa a base de una sucesión incesante de acontecimientos que no dejan margen al aburrimiento mientras indagamos en las ambiciones de sus personajes.

A pesar de las altas esferas en las que se desarrolla la historia, aquí la clase y el estilo brillan por su ausencia, aunque lo que sí tenemos es un guión inteligente con diálogos muy bien trabajados que aprovechan a la perfección las características y el talento de un reparto que consigue dotar a los protagonistas de un carácter único. Un buen inicio de campaña para una serie que si sigue por este camino bien seguro que se hará con los votos suficientes para mantenerse en pantalla unas cuantas legislaturas más.

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