La serie se sostiene justo hasta cuando llega al punto de partida: el asesinato de uno de los personajes en la playa, a partir de ese instante se convierte en un guirigay en el cual los afectos, fidelidades y odios mudan como bolas de un billar americano en manos de un aficionado. No hay un trasfondo, todo se supedita a la necesidad de efectuar un nuevo giro de tuerca a una trama que te deja estupefacto. Los ases en la manga sobresalen por docenas y cuando no se puede estirar más un argumento se inventan otro personaje súper secreto del que nadie tenía conocimiento y a marear la perdiz. Los guionistas van al grano y ni las leyes de la física les impiden desarrollar una trama que en muchas ocasiones provoca risa. Me creo más a Sauron y sus anillos que a este grupo de millonarios caprichosos que deambulan a lomos de un calidoscopio.
Y los fashbacks!!! Abusan hasta la saciedad para justificar lo injustificable. Y por favor, que contraten unas buenas maquilladoras para caracterizar a los actores. La transición entre el presente y el pasado se limita a un espray de color en el cabello y a veces ni eso. Como en el cuadro de Dorian Gray los personajes no envejecen, da igual que tengan 20 o 30 años menos, son inmortales.
En definitiva, por comparación esta serie convierte "Dallas" en una obra de arte y el regreso de Bobby Ewing ( la famosa escena en la ducha en la que toda la temporada anterior desaparece bajo el manto de una pesadilla) en un ligero giro argumental.
Allá vosotros.