Moonlight, segundo largometraje del director Barry Jenkins, es un drama de inicio a fin. El filme está divido en tres partes a través de las cuales nos cuenta la vida del protagonista: infancia, adolescencia y vida adulta. Sin duda la mejor de ellas es la primera, donde Chiron se encuentra con Juan. Pero siendo este fragmento el más interesante, creo que a su vez queda inconcluso, pues al acabar esta etapa quedan flecos sin resolver que pueden dejar al espectador con ganas de haber sabido algo más acerca de los personajes.

He de decir que esperaba más de la película. Con 8 nominaciones a los Oscar y habiendo ganado el Globo de Oro a la Mejor película en la categoría de drama, Moonlight tiene un ritmo lento y pausado que me acabaron aburriendo y no me dejó entrar en el drama vivido por el muchacho. Es un filme muy potente visualmente, pero con eso no basta. No terminé de conectar con lo que me estaban contando y, por supuesto, no me creí la evolución del personaje; desde su niñez/adolescencia hacía la vida como adulto.

¿Es Moonlight una película mala? La respuesta es no, se deja ver y tiene buenos -pocos- momentos. Los intérpretes están acertados y, a pesar del ritmo general de la obra, no llega a aburrir. ¿Es esa magnífica película que nos intentan vender desde EEUU? En absoluto. Sus ocho nominaciones me parecen una exageración. Aunque se suele decir que las comparaciones son odiosas, hay otros dramas raciales mucho más completos y mejor elaborados -un ejemplo de ello es la reciente Loving-.

En plena temporada de premios, hay mejores títulos en la cartelera para emplear el dinero -se me ocurren La La Land, la anteriormente mencionada Loving o Manchester frente al mar-. Pero si alguien se quiere arriesgar y ver un dramón de 111 minutos, esta es su oportunidad. Avisados estáis.

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