"American Psycho" es de esas películas que a pesar de percibirse con cierta falta de empaque como para ser considerada una de las imprescindibles, sí que reúne muchos elementos para dejarse querer. Desde luego, si eres de esos que disfruta de las historias que hacen una fotografía perfecta de un sector de la sociedad y lo muestra con hipérbole y hasta incluso tintes caricaturescos, te gustará. Porque esta película agarra por la pechera a ese grupo de peces gordos de Wall Street y lo abofetea y despedaza sin compasión. Quizá no con la tremenda complejidad y perfección que vimos unos años después en "Lobo de Wall Street", pero sí con la suficiente habilidad para que nos impacte y nos levante ampollas y sonrisas por igual.

Así que aquí tenemos a ese puñado de seres forjados bajo el puño de hierro del dinero, encabezado por un Christian Bale que encarna la máxima expresión del egocentrismo y el narcisismo más estúpido y abyecto. Un tío encantado de haberse conocido, gozoso de olisquear el olor a perfume de su propia orina y para quien lo importante se sustenta en el bien material, la apariencia y el envoltorio. Su descanso y sosiego se basan en lucir mayor belleza que la del prójimo, ostentar y exhibir mejores posesiones y aparentar mayor escalafón social y económico. Todo fachada pero vacío en contenido, ocupado solo por lo físico y tangible pero dado al vicio del aburrimiento y de la aberración moral, sin preocuparle el enchufismo familiar o la arrogancia y pedantería de su discurso. Carente de escrúpulos y odiador nato, disfrutará por igual sacándose la polla ante los demás por poder acudir al restaurante más caro de toda la ciudad que aplastando los sesos de un mendigo en medio del anonimato. Vanidoso, envidioso, rencoroso, inútil pero muy pero que muy rico. Este es el tal pájaro que la historia nos muestra.

Lo que no sabemos, y es ahí donde la peli se hace fuerte, es si lo que nos están contando es verdadero o solo rige dentro de una mente desquiciada y enferma, adicta a las drogas y al sexo . No sabemos si el exceso de aburrimiento y la nimiedad de sus preocupaciones han devenido en locura o si todo ha sido fruto de una vida de derroches, de coca y de putas. Pero eso en el fondo da igual, porque sea o no imaginario, las escenas de violencia explícita se me hacen deliciosas y las de sexo me resultan muy originales, y siempre destilan ese tufillo a parodia dentro de la desgracia (fíjense si no en ese Christian Bale empotrando mientras luce bíceps frente al espejo. No se puede ser más imbécil). Mezclan el detalle de la perfección con el caos de la barbarie, el contraste del blanco reluciente con el rojo de la sangre fresca y el retintín del discurso pomposo con el grito descontrolado del horror. Contrastes marcados y constantes, ahora estás follando y a los 5 minutos te han arrancado la cara a bocados, ahora te estás disculpando y al rato sacas una sierra mecánica, ahora estás descansando y al momento estás huyendo por las escaleras, ahora estás escuchando un éxito musical y al segundo te han abierto la cabeza con siete hachazos. Parece que no hay punto medio, no hay estabilidad, no hay descanso. Un estado bipolar que va in crescendo y que es mostrado del derecho y del revés para delirio del público.

A mí me ha gustado. Es otra forma diferente de abordar el tema de la enfermedad mental a la vez que se usa como crítica social para sacudir a esa parte del capitalismo más irracional.