Está claro que Taxi Driver es una película que marca un antes y un después en el cine y no lo es por la película en sí, que también goza de un buen nivel, es más bien por el arte en su dirección y otros aspectos como la música.
Al visionar la película uno ve el New York podrido que Travis ve, la suciedad de las calles tanto literal como metafóricamente hablando y la sensación de que algo no funciona en esa sociedad.
La película es divisible en dos grandes partes de similar duración, una en la que se nos muestra la ciudad en los ojos de Travis, su desolación y su soledad que le llevan a una segunda parte donde Travis se muestra más activo de cara a lo que piensa en la primera, son como dos personajes distintos, tanto es así que hasta es fruto de una conversión física además de la de su actitud. Todo se acaba desencadenando en un violentísimo final sangriento como pocos de escasa duración y de intensidad enorme.
La banda sonora viene perfecta para la película, con temas de claras influencias del jazz que acompañan a Travis en su visión de la ciudad y en la profundidad del personaje, que se dirige a un público indefinido usando el recurso de la voz en off por medio de su diario.
La película es buena, pero está un tanto sobrevalorada quizá ya que hay cosas que no acaban de convencer como el cambio físico de Travis (que no el de actitud, muy logrado) o el ritmo un tanto lento de la primera parte de la película pero también inevitable para meternos en un papel con el que todos nos habremos identificado alguna vez, la necesidad de cambiar las cosas casi a cualquier precio, saltándose los principios de la moral y la ética por un buen fin Todo un “el fin justifica los medios”.