Infinitas carreteras, bellos paisajes y muchas ganas de libertad mediante el espíritu alternativo de finales de los 60 que marcó a toda una generación. Easy Rider nos ofrece el viaje de dos moteros en busca de su propio destino, atravesando medio Estados Unidos con el dinero conseguido gracias a la venta de droga. Incomprensión, confusión y el consuelo de la carretera marcan este largometraje en el que destaca como secundario Jack Nicholson, en el papel de abogado alcohólico pero que realiza análisis muy sobrios sobre el sistema. Con una banda sonora de lujo, flojea en la excesiva improvisación y a veces dejadez de la dirección, especialmente notable en el desenlace. Aún así es una de esas películas en las que las imperfecciones le dan una especie de encanto por todo lo que la rodea ya que al fin y al cabo, las choppers, los paisajes y el abogado alcohólico se bastan por si solos para defender esta cinta de culto.