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Voto de Sirah Wiedemann:
9
Drama A un instituto lleno de alumnos problemáticos y con unos resultados académicos muy bajos, llega Henry Bathes, un profesor sustituto que posee un auténtico don para conectar con los alumnos. Pero Henry prefiere ignorar su talento. Al trabajar sólo sustituciones, nunca permanece bastante tiempo en un instituto como para mantener una relación afectiva con sus alumnos o sus compañeros. Cuando llega a este instituto donde una frustrada ... [+]
30 de enero de 2013
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comienza la película con un hombre totalmente abandonado a sus pensamientos, desnudando su alma ante los espectadores. Las imágenes se mezclan con pequeñas entrevistas a personas que acabaron dedicándose a la enseñanza. ¿Por qué? Solo unos pocos creían poder cambiar algo. De primeras, este comienzo me quedó noqueada, con una música tan decadente y profunda que consigue que la película te cale y se meta dentro de ti como una segunda piel. No estamos ante una película más, de eso me siento segura. A medida que avanza nos damos cuenta de que el profesor en cuestión, Henry Barthes (en una interpretación de Adrien Brody soberbia), es un hombre que está atravesando una gran crisis existencial, podría decirse. Va rotando por los institutos de la periferia de una de las muchas ciudades de Estados Unidos, y tal como comprenderemos más tarde, esa deriva se debe a que no siente que haya nada que lo ligue al mundo. Sin embargo, en el instituto al que llega parece conectar con alumnos, incluso con los más problemáticos. Un contexto, el del instituto, que sirve para denunciar el trato y la decadencia del sistema educativo. Otros de los males de nuestra sociedad que refleja son el continuo estrés, el aislamiento social y la incomunicación abismal que se va abriendo entre nosotros por vivir en una época tan acelerada en muchos aspectos.
Por fin están saliendo directores y películas que se atreven a contarnos lo cotidiano con un realismo apabullante, nada de maniqueísmos ni superficialidades, sino que se adentran y nos muestra la vida tal y como es: desconcertante. Hay una certeza que siempre he tenido y que es compartida por el protagonista, la de que realmente estamos solos y que todo en lo que creemos y hacemos ¿hasta qué punto cambian las cosas? ¿O pueden cambiar las cosas aunque nosotros no lo veamos? Tal y como dice Henry y ocurre en 1984, muchas veces tenemos dos ideas opuestas y creemos en ellas con la seguridad de que pueden ser compatibles. Para mí ese estado perpetuo se resume en dos palabras: la Vida.
Es difícil no empatizar con los personajes y las circunstancias de cada uno: ya sea en el papel de una adolescente dotada de una enorme sensibilidad pero incomprendida por su entorno, una mujer en la edad madura que va comprendiendo que la hora de su relevo ha llegado y no entiende el significado que ha tenido todo, un moribundo atormentado por fantasmas del pasado que se da cuenta de hasta qué punto todo ha sido en vano, una joven maltrada y herida o un niño de grandes ojos expresivos marcado por uno de los hechos más trágicos para todo ser humano… En definitiva, estamos ante un film brutal en el sentido emocional, que no debería dejar impasible a nadie que crea en la importancia de la educación, la búsqueda de nuestro lugar en el mundo y el sentido verdaderamente existencial que tiñe nuestros actos. Porque a fin de cuentas ¿quién no ha sentido nunca un dolor que le oprimía el pecho mientras iba caminando por la vida?
Sirah Wiedemann
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