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Voto de Julien Tormá:
8
8,4
34.597
Cine negro. Intriga. Thriller
En la ciudad de Los Angeles un agente de una compañía de seguros (Fred MacMurray) y una cliente (Bárbara Stanwyck) traman asesinar al marido de esta última para así cobrar un cuantioso y falso seguro de accidentes. Todo se complica cuando entra en acción Barton Keyes (Edward G. Robinson), investigador de la empresa de seguros. (FILMAFFINITY)
23 de agosto de 2016
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una historia de intriga y crimen antes de que tal género fuera etiquetado y tal vez inventado. Una historia buenísima, que casi desde el primer cuarto de hora te mantiene en suspenso y suspense. Sucede que el guión es bueno pero además que el director sabía contar historias de forma magistral, iba al grano, con dinamismo y sin florituras; luego además, es capaz de construir un montaje excelente, y por supuesto para que una película sea excelsa los actores deben serlo, como así es. Afortunadamente acertada Barbara Stanwyck, con ese mohín que parece escupir al mundo un cierto asco, y ese peinado tan artificial, su personaje es tétrico y siniestro. Pero es "Double indemnity" porque el des-encuentro es doble como la simétrica inmoralidad es también dúplice.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Dos individuos amorales que pueblan el mundo como algo para explotar, como ajeno a ellos, dos seres egoístas y taimados que creen estar siempre un paso por delante de su víctima, su encuentro es encrucijada donde explotan ambos reactivos, y es doble la indemnización moral para el mundo. La trama tiene giros absolutamente brillantes, como el descubrimiento que le hace la hijastra de Phillis a Fred McMurray respecto al pasado sombrío de su madrastra (era ya una profesional). No falta la elipsis (el momento en que Walter Neff asesina en el coche al marido de Phillis) que se retrata por ejemplo por el frío gesto de ella, un primer plano en donde la terrible daifa apenas concede un ligerísimo gesto malicioso. Edward G- Robinson espectacular, un secundario casi primario, sin su personaje-pivote para la trama no se hubiesen logrado efectos de perfecto suspense. Los criminales, nos dice el director, son capaces de planear sus fechorías entre latas de tomate frito y mahonesa en cualquier supermercado de barrio, los criminales son producto de una civilización donde todo el mundo intenta engañar a las compañías de seguros-lo explica el jefe Keyes (Edward G-Robinson) en una perorata llena de energía. Hay un detalle: como al principio de la peli cuando él descubre lo que ella planea y ella se ve descubierta, parece repudiarle a ambos; ella tal vez por verse desnuda ante el juicio del otro, pero sobre todo por tantear la fibra del escrúpulo a su futuro socio para el crimen, a su vez él parece horrorizarse e indignarse cuando se lo espeta en la cara y sale de su casa dando un portazo: no lo rechazaban moralmente, nos dice el director de modo sugerente, ya lo tenían en mente, formaba parte de su carácter y el cúmulo de hechos lo demuestra más tarde, pero debían ejecutar su teatrillo, medirle la temperatura al otro pero sobre todo a sí mismos para cobrar valor en esa irreversible fechoría que les lleva finalmente (aquí el título en español es muy acertado) a la perdición.