Y es que cuando en los créditos finales te dicen que 115 artistas diversos, plasmaron en 56.800 fotogramas al óleo, la obra pictórica del genial loco más venerado de la pintura mundial, te quedas sobrecogido y sin aliento, aunque si hay que ser sinceros, LOVING VINCENT, como lenguaje cinematográfico, no es tan sobresaliente como la pintan.

No cabe duda de que es un soberbio documento que ayuda a entender, aún más, la intrincada personalidad de VAN GOGH y la importancia de su obra, no en vano, ésta película forma parte de uno de los trabajos englobados en la capitalidad europea de la ciudad polaca de WROCLAW que compartió honores con San Sebastián en el 2016. Fuera de ese contexto, ésta coproducción entre Polonia y Reino unido, pierde parte de su fuerza sobrecargada por el celo de recrear la pintura, en detrimento del argumento y la trama que no están, ni de lejos, a la misma altura.

Una vez superado el shock de la maravilla que tenemos ante nuestros ojos, nos acostumbramos a ella y ante la escasez de sucesos y la poca relevancia de los mismos, como sean las cinco de la tarde, como ha sido mi caso; ¡Cuidado! Éramos varias las personas que luchábamos por no sucumbir al tedio.