Eran los años ochenta y la cámara se detenía varios segundos en un primer plano de la mirada de Charles Bronson. La mirada asesina y certera era el encuentro con el gran justiciero del cine de acción de los setenta y los ochenta del siglo veinte. En el caso de esta película, vemos al policía llegar a una zona realmente violenta y de mal gusto en la que una pequeña población, usualmente, adultos mayores, está sometida por unos pandilleros que, liberados completamente de la decencia, hacen que la vida sea una completa infamia.
Bronson tiene el carisma de un militar. Bueno, él fue militar una parte de su vida y, con ello, recoge una herencia que marca la publicidad misma de lo que debe ser un buen policía. "Hay que acabarlos como cucarachas", dice el justiciero en un momento de la película. Y en otro besa a Deborah Raffin como si besara un espejo, sin pasión alguno, con un leve roce del mostacho entrecano y con los labios más apretados que la mirada.
Death Wish 3 es una película de escasos ingredientes profundos y su fuerza está en plantearse como un relato sencillo de la heroicidad del viejo militar gringo.