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España España · El Puerto de Santa María
Voto de Fernando Polanco:
6
Drama. Romance "Boxcar" Bertha Thompson es una joven de la era de la Gran Depresión que al perder a su padre se une a un controvertido líder sindical llamado Bill Shelley. Acusados de comunistas por un grupo de conservadores y perseguidos por una corrupta compañía de ferrocarriles que busca venganza contra Shelley, la vida de Bertha se convierte en una permanente huida por el mundo del crimen y un emocionante capítulo de la historia americana. (FILMAFFINITY) [+]
16 de noviembre de 2009
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
1972. Scorsese, anónimo en las butacas del Kodak Theatre, se lleva las manos a la cara al ver cómo Marlon Brando rechaza una estatuilla. Sólo vuelve a moverlas para saludar con media sonrisa a Coppola, colega aventajado que ya es galardonado con el título de mejor película por “El Padrino”.
Durante más de treinta años soñaría con manosear aquél falo dorado alimentando sus curtidos deseos fetichistas.
Ya le llegaría el turno. Pero antes tendría que curtir el estilo que le caracteriza: Italia + New York = Catolicismo + Gángsters + Violencia. Constantes que nacen progresivamente en sus primeros trabajos fílmicos.
Buscar el Scorsese de hoy en “Boxcar Bertha” sólo es posible sabiendo que sacamos al feto prematuramente (distinguiremos extremidades pero quizá no pueda separar los dedos aún). Las virtudes de su estilo cuajarían con la madurez y, sobre todo, con el aprendizaje y la evolución de un lenguaje (“freeze frame” y HENRY “Que yo recuerde, desde que tengo uso de razón, siempre he querido ser un gángster”).
Barbara Hershey (actual pareja del “lostie” Sayid) y el inmortal onanista David Carradine protagonizan el segundo largometraje del retaco italoamericano en una de esas genuinas producciones de Roger Corman que tanto ayudaron en las carreras de aquellas “nuevas” generaciones.
En un contexto rural (alejado del retrato newyorkino posterior), Scorsese filma un manifiesto ideológico bizarro (hay dudosos apoyos a la prostitución) pero atractivo en su inocente “carpe diem” y antifanatismo. Lo primero que llama la atención es el tono onírico apoyado en una ceremoniosa puesta en escena (evidente en los numerosos desnudos pero visible desde la secuencia inicial con los rítmicos presos, los paletos inertes y el rascamiento de pierna: ¡menudo ritual para el aterrizaje de una avioneta!) y un montaje de sonido rudimentario pero muy expresivo (a resaltar los silbidos del tren que nos impiden oír algunos diálogos).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Fernando Polanco
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