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Argentina Argentina · Buenos Aires
Voto de Celeste Mar:
6
Thriller. Drama Delphine (Emmanuelle Seigner) es una sensible y atormentada novelista de éxito, paralizada ante la idea de tener que comenzar a escribir una nueva novela. Su camino se cruza entonces con el de Elle (Eva Green), una joven encantadora, inteligente e intuitiva. Elle comprende a Delphine mejor que nadie, y pronto se convierte en su confidente. Delphine confía en Elle y le abre las puertas de su vida. Pero ¿quién es Elle en realidad? ¿Qué ... [+]
11 de junio de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Toda teoría que se arrogue el derecho de explicar eventos en el mundo no podrá dejar de ser reduccionista y en algún punto, aburrida, cuando resuena por mucho tiempo la misma descripción repetida y metálica como la voz de un autómata.
Muy previsiblemente el psicoanálisis verá en “Ella” — sí, así de simple la autora del libro se lo deja a los fanáticos de Freud — al inconsciente activo de Delphine (nombre en la vida real y en la ficción de la escritora con algunos problemas “psi”), que la obliga — performativamente aceptando las enseñanzas de Freud — a sentir lo que no quiere y a decir lo que cree que no piensa, desplegando los síntomas que sin sorpresas la llevarán al suicidio.
Pero, como decíamos al comienzo, estas teorías ya han dejado de fascinarnos, para transformarse en clichés, el destino sombrío de todo lo que alguna vez fue asombro, por lo tanto vayamos a capas un poco más inexploradas: quedándonos ajenos a diferenciaciones psíquicas teóricas y asumiendo que Delphine y Ella son dos personas diferentes, cúal es la razón de ese sentimiento de agobio cuando vemos a alguien suplantando en cada ámbito a otra persona, copiándole peinados, gestos, frases? Probablemente consideremos que lo que nos identifica — y quizás tengamos razón, teniendo en cuenta que necesitamos un punto de referencia para ordenar el vórtice de cosas girando alocadamente a nuestro alrededor y lo que es mas preocupante, dentro nuestro — son esos detalles compartidos, puestos a consideración, esos reflejos pasajeros que marcan a la vez nuestra finitud, como si no hubiera nada más que lo que nuestros sentidos confusos y engañosos son capaces de advertir (somos pelirrojos o es el reflejo del sol?, nuestra altura no estará afectada por la perspectiva?, nuestros rasgos no estarán modificados por un ángulo diferente?), como si en realidad, extrapolando el universo de las personas a las cosas, ese cuadro no fuera más que el óleo que cubre el lienzo o esa música únicamente las vibraciones capaces de ser calculadas científicamente sin resto. Quizás, y volviendo al escaso y provinciano mundo de los humanos, nuestras angustias tan significativas en un ámbito demasiado local por la pérdida de un yo que creemos tan próximo, reciban su remedio paradójicamente en la convicción de una infinitud inabarcable que nunca podrá ser objeto de conocimiento de nadie, ni siquiera — y quizás menos aun — desde el reporte en primera persona que ha sido como mínimo (y nuevamente la contradicción aparece) un muy discutible refugio.
Celeste Mar
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