Después de hacer el ridículo con esa pieza de arte y ensayo titulada LA CASA DE LOS MIL CADÁVERES, Rob Zombie decidió relajar un poquito la vena artística (no lo vayan a confundir con un intelectual) para dar forma a esta película, una especie de secuela guarra y torticera que trata de modificar el estilo de su predecesora para terminar siendo igual de indigesta, repugnante y ridícula.
Así a grandes rasgos el guión no es gran cosa, los actores son bastante pésimos y la dirección del bueno de Rob levanta dolor de cabeza. Vistos los resultados de su anterior obra Zombie decidió cambiar el cine slasher por una especie de road movie salvaje y desbocada en la que la familia de matarifes huye de la policía, capitaneada por un sheriff rematadamente chulo y gilipollas, dejando a su paso un buen número de cadáveres para el recuerdo. La película no tiene mucho más, a parte de uno de los desenlaces más horripilantes y cutres del cine norteamericano reciente.
Recomendada para pasar el rato si no se es muy exigente (e impresionable) y se tiene en casa un buen puñado de aspirinas.