La gracia indudable de Jardiel Poncela como autor no fue bien reproducida en las adaptaciones de obras suyas que existen en el cine español como en este caso donde la chispa original del tema no se nota al ser los diálogos reiterativos e insustanciales la base de todo. Quizá representada en el teatro donde cuentan más para el espectador las palabras que todo lo demás esta simpática historia triangular tendría algo más de sentido porque en esta versión fílmica se roza lo absurdo en muchos momentos y a eso contribuye un estilo interpretativo un poco exagerado como si con ese estilo se pretendiera compensar un poco la inadecuación de la obra escrita para ser pasada al cine. Por ejemplo Esperanza Roy ha estado capacitada para hacer interpretaciones más consistentes y las ha hecho en otros empeños mientras que aquí su interpretación se ve afectada negativamente por los factores expuestos. José Rubio se muestra discreto en su intervención y en general los componentes del reparto no están a la altura de creaciones anteriores. En las escenas rodadas en la carretera con automóviles circulando velozmente se nota el brillante sentido cinematográfico de Lazaga quien como siempre alivia con su estilo de realización las carencias que pueda haber en otros aspectos. Y es por eso que la película no resulta del todo olvidable. La película a pesar de todo lo expuesto tiene y bien acentuado además ese toque especial que sólo Lazaga era capaz de imprimir a sus realizaciones.