Una película que solo puede ser calificada como una maravilla. La vi de casualidad y doy gracias al azar por haberme descubierto esta joya.
Se trata de un película que desprende humanidad por los cuatro costados gracias a dos personajes entrañables, un pintor y un jardinero, interpretados genialmente por Auteuil y Darrousin. Es un film que nos devuelve las esencias más encantadoras del buen cine francés, un retrato lleno de delicadeza, falto de pretenciosidad, no apto para supuestos intelectuales pedantes. Quizá es eso lo que más me gusta de esta película , su sencillez, la capacidad de Becker para lograr que todo fluya, basándose en un perfecto guión y en dos actores en estado de gracia. La relación entre los dos protagonistas es simplemente entrañable, verdadera, desprovista de falsedad. Tras terminar el film nos deja un regusto que consigue (por lo menos en mi caso) que todos nos sintamos mejores personas y eso es decir mucho.