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España España · ALBACETE
Voto de pedro mateo:
6
Fantástico. Ciencia ficción. Acción El descarado y brillante empresario Tony Stark/Iron Man se enfrentará a un enemigo cuyo poder no conoce límites. Cuando Stark comprende que su enemigo ha destruido su universo personal, se embarca en una angustiosa búsqueda para encontrar a los responsables. Este viaje pondrá a prueba su entereza una y otra vez. Acorralado, Stark tendrá que sobrevivir por sus propios medios, confiando en su ingenio y su instinto para proteger a las ... [+]
1 de mayo de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nunca he sido muy fan de la bilogía de Favreau ni tampoco del personaje de Stan Lee, pero es innegable que este es uno de esos pocos superhéroes que ha alcanzado el rango de icono pop del siglo XX.

En plena Segunda Postguerra Mundial, el inexorable y oscuro periodo de posterior decadencia (la edad atómica) había ido olvidándose gradualmente de la figura del superhéroe, eclipsada por el Western, la serie negra o incluso por las historietas románticas, es decir, realismo, identidad patriótica y sentimentalismo se habían apropiado de la atención del lector, ver entonces a un extraterrestre en calzoncillos sobrevolando el cielo de Metrópolis o a un multimillonario gigoló con mayordomo obsesionado con los murciélagos resultaba algo snob, algo demasiado frívolo para la época. Todos esos divertimentos pulp distorsionaban y confundían la fantasía del ciudadano medio estadounidense, no tanto la ciencia ficción cinematográfica, que subyugaba las mentes de los telespectadores tennagers, cegados por las victorias del ejército yanqui frente a hordas de monstruos, inferiores tecnologías alienígenas o frente a cualquiera de las innumerables y perversas formas que podía adoptar el comunismo.

Estados Unidos era un país moralmente derruido en pleno proceso de reconstrucción. El propio Stan Lee, en 1961, y a petición de la Marvel, contribuyó a escapar de aquellos años oscuros emulando a la Liga de la Justicia de DC Comics con sus 4 Fantásticos y trabajando codo con codo junto a uno de los hombres que más tarde le ayudarían a dar vida a Tony Stark, el mítico dibujante Jack Kirby. Spider-Man, Hulk o Daredevil eran en realidad una troupe de outsiders, superhumanos víctimas de sus propios superpoderes que provocaban la empatía y adoración del espectador. Gracias a la colaboración de dos nuevos cómplices, el guionista Larry Lieber y el también dibujante Don Heck, supimos de la existencia de Industrias Stark por primera vez en el nº 39 de Tales of Suspense, en marzo del 63. La Edad de Plata y sus nerds le habían robado el fuego a los Dioses griegos de la Edad de Oro.

Si a Tony Stark le quitamos su macro inteligencia tecnológica ¿que nos queda? Pues un single megalomaníaco, arrogante, cínico y mujeriego, pero si lo dotamos de su consabida capacidad o superpoder para la robótica y la ingeniería armamentística ¡equilicuá! Ese single se convierte en un billonario Playboy, megalomaníaco, arrogante, cínico y mujeriego, en un soltero de oro, en un cazador cazado por la irresistible, y en esta tercera entrega, casi invisible, Gwyneth Paltrow, que ha sustituido el frío y metálico corazón de su novio por otro atravesado por las flechas del amor, que diría Karina. La fórmula ha sido tan perfecta esta vez que en su estreno ha superado los 185 millones de dólares conseguidos por sus queridos Vengadores el año pasado, y todavía no se ha estrenado en USA, Rusia o China, y sin necesidad de echar mano del insufrible sonido AC/DC, sin duda uno de los aciertos de la película.

Por lo demás, Iron Man es Iron Man: chascarrillos marca de la casa, Audis, explosiones de virtuosismo técnico, alguna sorpresa pirotécnica y la acostumbrada y a veces pegajosa socarronería de Robert Downey Jr. Pero no voy a ser tan guay, puesto que si le he dado un seis a esta crítica es por algo, y ese algo no han sido precisamente las simplonas justificaciones de algunos de los comportamientos de los protagonistas, me acuerdo sobre todo del villano, o por la falta total de sensualidad y sexualidad propias de quien posee en la actualidad los derechos de Marvel, osea, Disney. Shane Black, quien ya dirigió a Downey Jr. en Kiss Kiss Bang Bang (2009) consigue darle la vuelta a un par de conceptos esenciales a la mitología del comic que resultan altamente estimulantes. Ver al increíble Ben Kingsley haciendo lo que hace es también otra de sus grandes bazas. Su oxidado guión y sus atajos facilones se compensan con un intento de comedia omnipresente, a veces puro slapstick. Estas y otras cosas convierten esta pieza en algo desagradable y vacuo para un sector de los fans y en un superlativo entertainment de aventuras urbanas, más estilizado y sofisticado, pero tan accesible como cualquiera de sus predecesoras, para el resto de seguidores. Una tercera parte más que perfecta para colgar el cartel de cerrado.
pedro mateo
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