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España España · Badajoz
Voto de Weis:
7
Thriller. Drama Buscando un futuro mejor, Óscar Ramírez y su familia dejan los campos de arroz del norte de Filipinas y viajan a la asfixiante y peligrosa ciudad de Manila. Tras una llegada accidentada, Óscar se considera afortunado cuando le ofrecen un empleo estable en una compañía de camiones blindados, y pronto hace amistad con su compañero Ong. (FILMAFFINITY)
20 de noviembre de 2013
14 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director independiente británico Sean Ellis confirma con Metro Manila, su tercer largometraje hasta la fecha, que su cine y su talento no dejan de evolucionar hasta unas cotas de madurez y maestría muy estimables, asumiendo en cada una de sus obras una identidad propia y unidimensional pero con evidentes trazos autorales que las relacionen y hagan que, de alguna manera, unas beban de las otras en comunión artística.

Poseedor de una hipnótica capacidad innata para generar imágenes donde la poesía visual y el lirismo se dan de la mano, si bien en Cashback (2004) y The Broken (2008) apostó por una estilización del género fantástico en relación con el romance, en el primer caso, y con el terror psicológico, en el segundo, en esta nueva cinta opta por un planteamiento eminentemente realista, de estilo casi documental, con un trazo más crudo y mundano que en sus anteriores títulos pero manteniendo destellos puntuales de bella plasticidad.

Traslada su relato a una convulsa y oscura Filipinas para filmar, y firmar, un retrato de la corrupción moral, política y policial imperante en sus ciudades, focalizado en el sufrimiento de una familia pobre que, en busca de trabajo, se verá consternada, manipulada y coaccionada por las esferas de poder del crimen y la mafia que reinan en casi todo tipo de negocios. Para llevar a cabo su crónica, Ellis rechaza los automatismos y las exigencias comerciales, procurando que la fuerza primordial de sus estilemas resalten con vigorosa autenticidad. Rechazando la sordidez gratuita, hace gala de unos fundamentos visuales, compositivos y figurativos encomiables para que su puesta en escena absorba en lugar de asquear.

La autenticidad de su testimonio y su crudeza implicadora se suceden con tal coherencia debido a la suavización que el británico hace de un punto de partida que incita a la miseria expositiva y a todo tipo de excesos, que bien podrían haber sido el modus operandi de otros directores con ínfulas de pretenciosidad y tremendismo. Ellis levanta acta adaptando una historia real, publicada en un periódico filipino, con un escrupuloso respeto formal, sin añadir licencias que enturbien o metamorfoseen el material en potencial cinematográfico, referido a su sentido más paroxista.

Su dinámica narrativa, que se asienta en el patentado recurso del introito estético de sus primeros compases y las inflexiones de analepsis, regatea la confusión y favorece, junto a su modélico y sofisticado montaje sensitivo, el sagaz instinto dosificador del tempo que posee Sean Ellis al gradar el sobrecogimiento del suspense. Así mismo, demuestra con Metro Manila un nuevo principio de observación y sensibilidad insólitas en su captación del gesto cotidiano y del dolor silenciado y contenido. Ayudado, por supuesto, por unos actores de entrega y coraje intachables, acaricia con pasmosa naturalidad el alma de lo diáfano y la imperturbable fortaleza de la lucha por la subsistencia.

Admirador del cine filipino y de las corrientes de jóvenes realizadores que están apostando por un cine de radicalidad diferencial y rebelde libertad creativa, Sean Ellis ha procurado ofrecer una visión inhóspita de un país ajeno con una clara vocación europea y amplia para las mayorías en sus formas contractuales. Estas, por lo general, se alejan del pragmatismo y los excesos de metraje (Lav Diaz), así como de la embriaguez contemplativa invitadora a la deserción (Brillante Mendoza). Esta aproximación empática favorece la implicación con la película y facilita el amargo trago que supone forma parte de la aventura por la que nos guía.

Pese a ello, su ausencia de estridencia y el rechazo a la violencia o la repugnancia, que se reafirma en sus aislados y puntuales pasajes de ínfula retrospectiva así como en una banda sonora de bellísimo esquema naïf, confieren un amplio abanico de facilidades y regalos para decantarse por seguir los pasos premurosos de Sean Ellis tras su cámara. Si bien este nos brinda una aventura melodramática y trágica, su contundencia y su deslumbrante factura la convierten en formidable, imprevisible, magistral y necesaria.

Crítica para www.cinemaldito.com
@WeisGuerrero @CineMaldito
Weis
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