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España España · Badajoz
Voto de Weis:
6
Intriga. Fantástico. Drama Max es un brillante matemático que está a punto de dar con el descubrimiento más importante de su vida: la decodificación del sistema numérico que rige el aparente caos del mercado bursátil. Mientras se acerca a la verdad, y afectado periódicamente por unas brutales jaquecas, Max es acosado por una agresiva firma de Wall Street y una secta judía que pretende descifrar los secretos ocultos tras los textos sagrados. Todos ansían ... [+]
10 de junio de 2009
14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace tiempo que quiero compartir una revelación que comencé a tener cuando traté de entender, por medio de la lógica y el raciocinio, las matemáticas.
Abriéndonos a campos y vertientes filosóficas, queda patente que todo ser humano utiliza la razón para su conveniencia, y ésta se basa en la salud, la felicidad o la autorrealización intelectual, entre otras muchas.
David Lynch aclaraba, en una de las poquísimas entrevistas que ha concedido, que Inland Empire podría resultar irritante porque sistemáticamente el espectador tratará de buscar una coherencia interna que es posible que no exista.

Cuando nos plantamos delante de un cuadro de inusual y a la vez dudosa genialidad, lo alabamos sin un solo ápice de entendimiento. ¿Por qué no puede ser igual con el cine?.
Esgrimimos nuestras posibilidades para que el asunto concluya de algún modo, mas o menos, ortodoxo. Y no cabe duda de que produce estímulo.
Pero el universo matemático es un juego distinto.

Descartes, en su obsesiva y bienintencionada búsqueda de humo a través del escepticismo, terminó por claudicar ante el principio de que las matemáticas son era la única verdad absoluta de este mundo, de que todo podía valorarse falso o desconocido salvo las matemáticas, inobjetables y de una belleza que producen orgasmos mentales.
Sin embargo, creo que en ellas no hay un solo atisbo de racionalidad. Y que todo, absolutamente todo, se puede justificar con expresiones, funciones o métodos fundados sin necesidad de ser explicados ni comprendidos. Y todo en base a un sistema general que contiene más letras que números. Una pura ironía.
Compréndanme: solo se me puede quedar cara de tedio absoluto cuando me piden que "clasifique Q restringida sobre el conjunto.....", y el conjunto es una sucesión de sub-números que siempre tienden a infinito (infinito, infinito. Qué grandiosidad desprende el infinito) y que no simbolizan NADA. Y ahora me dicen que tengo que emplear el método Cobb-Douglas, y después el Schwarz, y después que verifique que una función es de clase C, sin que me expliquen cual es la clasificación anterior de B y A.

Son continuas divagaciones que solo me conducen a la inopia numérica y al total desconocimiento de esta inmensa ciencia. También son crónicas de un niño de 11 años al que no le dejan ver su serie de TV favorita. No lo voy a negar.
Aronofsky pretendió traspasarnos su obsesión enfermiza con "Pi", y coincide con nosotros en que toda búsqueda de respuesta sobre algo que no la tiene puede producirte un colapso neurótico catastrófico. Por eso yo prefiero dejarme llevar, estudiar una carrera de literatura, y usar un taladro para otros fines.

Sin duda, es una de las pocas películas claramente autobiográficas que he visto.
Weis
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