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España España · Málaga
Voto de Nuño:
8
Thriller. Drama Henry Hill, hijo de padre irlandés y madre siciliana, vive en Brooklyn y se siente fascinado por la vida que llevan los gángsters de su barrio, donde la mayoría de los vecinos son inmigrantes. Paul Cicero, el patriarca de la familia Pauline, es el protector del barrio. A los trece años, Henry decide abandonar la escuela y entrar a formar parte de la organización mafiosa como chico de los recados; muy pronto se gana la confianza de sus ... [+]
10 de marzo de 2014
63 de 72 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera traza psicológica de Henry Hill, protagonista de 'Goodfellas'.

"Desde que tengo uso de razón, siempre quise ser un gángster"

Y, probablemente, ninguna más. Tampoco es la pretensión de Scorsese, por lo que no se puede tachar como defecto cierta linealidad psicológica en los personajes. La ambición, que es universal, vertebra la película, únicamente, y los personajes giran, como bobos, en torno a ella. La codicia puede dirigirse hacia un objeto u otro, más o menos peligroso pero, en última instancia, es común y susceptible de dominarnos.

En este caso, el deseo de Henry Hill consiste en ser reconocido como un gángster. Los gángsters, ya sabemos, no guardan colas.

¿De qué esta hecha dicha ambición? De nada que no sea un espejismo.

...

Siempre la he considerado una película malinterpretada, en líneas generales.

1.
Hace poco, hojeé un libro en Fnac. Su contenido era la enumeración de las 10 o 20 películas favoritas de una serie de personajes públicos. Políticos, ministros, empresarios... Gente gorda y lustrosa. Me llamó la atención ver que un título, irónicamente, se repetía una y otra vez: 'Uno de los nuestros'. En algunos casos, como en el del ministro Wert, en primera posición. Imagino que todos ellos se vieron más o menos reflejados en la vacuidad de los personajes de esta película, y admiraron la forma en que trepan hasta arriba la pared del precipicio, aún a riesgo de caer por el otro lado.

Como escribía Camus en 'La caída', contemplar el ajusticiamiento de un criminal reafirma la sensación de inocencia del que observa. Seguramente estos tipos, alguno que otro bien metido en oscuros tejemanejes, se sintieron aliviados porque, al fin y al cabo, ellos no han corrido la misma suerte que el personaje de Joe Pesci.

2.
A casi cualquier joven o adolescente al que le he preguntado por qué le gusta 'Uno de los nuestros', me ha respondido que la mafia es fascinante. Con 'El precio del poder', 'El padrino' o 'Érase una vez en América', pasa algo similar. Parecen más o menos ajenos al término del periplo, marcado por la decadencia y la pérdida irremediables, o quizás ven la derrota final como un apéndice moralista que de ninguna forma invalida el frenesí de placeres materiales con el que, anteriormente, han disfrutado. Parece ser que estas películas gustan porque los mafiosos gustan. O sea, gustan por su apariencia.

Yo me pregunto... ¿puede gustar a alguien este puñado de seres malvados, egoístas, crueles y otra vez malvados? Scorsese tiene parte de culpa, claro, nos contagia de ese hechizo con escenas como la del plano secuencia en la entrada al bar. Todos querríamos entrar en un mundo tan opulento de esa manera tan embaucadora, ¿no?

No obstante, 'Goodfellas', para mí, es un atinado muestrario de vanidades, anhelos y superficialidades que, de alguna forma u otra, comparte el 99% de la población; y en dicho porcentaje van incluidos los dos polos que he mencionado antes; el de los peces gordos que ya han triunfado, y el de los jóvenes que a ello aspiran. Todos babean, o babearon, ante la posibilidad de poder repartir propinas de 50 euros sin que su patrimonio lo note.

Unas muestras de siniestra superficialidad en la película.

1. Dan un golpe, consiguen una copiosa cantidad de dinero, y nadie es capaz de contener las ganas de despilfarrarlo inmediatamente en coches horteras o abrigos de piel.

2. Entran en la cárcel, pero mientras haya marisco fresco y alcohol, parece dar igual. Lo malo de estar en prisión no es la desposesión del ejercicio de la libertad de movimiento, sino la posibilidad de 'dejar de tener cosas'.

3. Henry Hill implorándole a Paulie, derrotado por completo. Paulie le escucha, más o menos afligido, pero dándole la vuelta a las salchichas.

4. Joe Pesci se carga a un camarero, por algo tan trivial como servir con lentitud.

5. Las aduladoras carcajadas, de pelotas absolutos, con que Liotta y De Niro celebran las estupideces de Joe Pesci.

Al final, cuando pasan los fantasmas de la delación y de la bancarrota, da uno cuenta de que todo ha sido una hermandad sin lazos reales: un matrimonio sostenido únicamente porque ella se puso cachonda al tomar el arma entre sus manos.

...

Así es como yo veo 'Goodfellas'. Scorsese siempre ha mostrado mucho interés por retratar personajes devorados en algún punto intermedio entre la moralidad que se exigen y las pulsiones naturales que sienten. Desde el Harvey Keitel que se debatía entre el amor y sus creencias religiosas en 'Who's that knocking at my door?', hasta el Griffin Dunne de la cómica 'After hours', ¿acaso en ella no había un timorato y ejemplar empleado de una gran empresa que, por una vez, decidía sumarse al jolgorio nocturno, con desastrosos resultados? Aquí, la moralidad la pone el espectador (o debería).

Uno lo corrobora con ese final, con ese escupitajo a lo Irvine Welsh, un rotundo 'viviré como un gilipollas el resto de mi vida'. Así estamos, Henry.

Gracias.
Nuño
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