DIGO YO…
… que este tipo de películas ya casi se hacen en serie para darles la etiqueta de “película pequeña”, “joyita” o “indie”. Películas que se supone que no tienen una gran productora detrás y que se basan en el ingenio del guión y la frescura de los actores. Ah! Y en las de amor no puede faltar una chica algo locuela (¿Juno? ¿500 días juntos?). Por suerte el mercado aún no está saturado (tiempo al tiempo) y lo que sale es de cierta calidad, como en este beso de medianoche.

Aquí tenemos buenos diálogos (nada del otro mundo pero buenos), cámaras al hombro, risas, llantos y excentricidades. La película comienza bien, con ese blanco y negro que pasa a color en un momento que no voy a desvelar. La historia que se desarrolla a continuación es sencilla y de forma sencilla está contada. Define muy bien a los personajes, nos da a conocer en esta tarde que pasamos con ellos cómo son y qué les motiva, claro que el hecho de que se pasen el rato hablando y divagando sobre sus vidas ayuda a ello. Es bonita la relación que se establece entre Wilson y Vivian y refleja bien no sólo el amor loco, sino más bien la necesidad de ambos de no estar solos, de recibir cariño y obtener nuevas oportunidades. El añadir a esto la historia de Jacob, amigo y compañero de piso de Wilson, y su novia ayuda a descargar de vez en cuando la monotonía de la trama. Sin lugar a dudas lo mejor del guión y los actores se reserva para el final en unos momentos realmente emotivos.

En fin, una película que no llega a los Antes del… de Linklater (con los que no se puede evitar comparar) pero que se disfruta si se tiene ganas de ver una historia de amor distinta y no se piden grandes alardes de imaginación ni fuegos artificiales. Y por supuesto una nueva visión de la ciudad de Los Angeles, que a pesar de que nunca me ha resultado atractiva aquí le sacan jugo (esa noria en la playa…).