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España España · Rivas-Vaciamadrid
Voto de Quinto Sertorio:
10
Bélico. Drama Año 1945; los japoneses están a punto de firmar la paz en Birmania. Un soldado, admirado por sus compañeros porque toca el arpa, es nombrado mediador japonés. (FILMAFFINITY)
26 de mayo de 2012
24 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El Arpa Birmana" se basa en una novela publicada en 1947 por Michio Takeyama. Eran años difíciles para toda la humanidad y en Japón, un imperio destruido, habian perdido todo aquello en lo que creían: su invulnerabilidad y su destino expansionista. La derrota militar fue brutal, cientos de miles de civiles y soldados muertos o desaparecidos. La angustia de la sociedad nipona ante la incertidumbre del destino de sus soldados en los campos de batalla y de sus muertos, importante en todas las sociedades y en las familias (¿no buscamos aún los muertos de nuestra Guerra Civil?), llevó al autor de la novela, que no combatió, a escribir un texto que sirviese que vehículo para lograr una paz mental y espiritual, una especie de apoyo moral al que asirse y poder mirar adelante, al futuro y pasar página. Fue una novela surgida como necesidad de esa sociedad. Y lo logró. Es una magnífica novela.

Kon Ichikawa decidió rodar su adaptación cinematográfica. La novela es corta, apenas 182 páginas en su edición española (Ediciones del Viento). Son dos formatos distintos, papel e imagen, pero un mismo mensaje, y a fé que Ichikawa logra transmitir todo aquello que la novela plantea y lo que flota en la novela y no está escrito. La película es una OBRA MAESTRA. No es tan solo un alegato antibelicista, es la búsqueda de conseguir paz y cerrar unas heridas tan profundas que desgarraban la sociedad nipona.

Su fotografía en B/N es impresionante, por su dureza y dramatismo que transmite con las imágenes del horror que muestra. Llegan al alma y al corazón. Mizushima, el protagonista, recorre un camino iniciático muy duro. Tantos muertos sin reposar en paz, devorados por carroñeros, la solitaria figura del soldado muerto que sujeta la foto de su bebé, y que nadie sabrá que fue de él, las montañas de cientos de cadáveres pudriéndose en el fango... es duro, muy duro. Y ahí Mizushima asume su rol, sacrificando su vida futura para dar la paz que tanto necesita esa sociedad. La carta que hace llegar a sus compañeros de armas es desgarradora, o como se comunica con ellos y se despide mediante ese maravilloso instrumento que es su arpa, el arpa birmana, que da nombre a la película.

La música acompaña, es otro protagonista, tanto la que él toca con su arpa, como la propia BSO.

Hay pocas películas que lleguen a alcanzar este dramatismo y la esperanza que se atisba tras todo el horror de las guerras. Te golpea duro en el corazón, muy duro. Esa imagen del cadáver japonés solo y abandonado en la selva, sosteniendo la foto de su bebé, su último acto de vida, un acto de amor a sus seres queridos, a recordar todo lo que pierde al morir y sin saber que le ocurrirá a su familia, a miles de km, la tengo clavada en mi mente ...
Quinto Sertorio
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