"Tres anuncios en las afueras" es el reflejo, por una parte, del gran poder que la publicidad puede llegar a ejercer en los espectadores y, por otro, una brillante historia de empoderamiento de la mujer.

Las palabras sobran. Los planos hablan por sí solos. El subtexto es el que otorga la esencia necesaria y el que marca el ritmo de la película. La cinta de McDonagh no solo se alza como uno de los mejores dramas de los últimos años: la guinda del pastel la confieren los acertados y ácidos comentarios de la excelente Frances McDormand, quien realiza una importante y necesaria crítica del cuerpo policial estadounidense.

Los diálogos, más bien escasos, son certeros, punzantes, lacerantes; un producto resultante de la inteligencia de un director de cine que, además, sabe cómo escribir una historia en condiciones. Estos, desde mi punto de vista, se asemejan al funcionamiento de una máquina lanza-piedras, directa y precisa, que no deja escapar una sola oportunidad de crítica hacia el sistema de justicia estadounidense.

La actriz principal, Frances McDormand (Mildred Hayes) consigue transmitir magistralmente los sentimientos, rabia, tristeza e impotencia que debe sufrir una madre ante tal trágico suceso. Los códigos no verbales y el excelente manejo que hace de la paralingüística la erigen como indiscutible estrella del filme, hecho que más tarde ratificaron los galardones que recibió en los Globos de Oro y Premios BAFTA como Mejor Actriz.

La película funciona, ya que no es la típica cuya historia es bien conocida por todos, sino que parte de unos fundamentos verdaderamente originales que aportan un aire de frescura e innovación que son más que bienvenidos en plena crisis de originalidad del sector cinematográfico.

En suma, "Tres anuncios en las afueras" es un halo de aire fresco para la industria cinematográfica, un dardo envenenado para la justicia estadounidense y una lección del amor incondicional de una madre por su hija.