Superproducción, de casi tres horas de duración que nos muestra muy sucintamente la vida del rey de los hunos, Atila. Gran despliegue de personas, grandes batallas, frases y escenas para el bronce y mucho derroche de esa espectacularidad a la que nos tiene acostumbrados el cine norteamericano moldearon una cinta que a pesar de sus barbaridades, (es lógico se trata de una película sobre bárbaros) logra su objetivo, que es entretener.
Según Prisco, historiador del Imperio Romano de Oriente, famoso por ser uno de los mas versados sobre la historia y costumbres de los Hunos, Atila, llamado “El azote de Dios” era de baja estatura, de ancho pecho y cabeza grande, ojos pequeños, barba fina y salpicada de canas; tenía la nariz chata y la tez morena, pero en esta película, dado que es una co-producción norteamericana, y por consiguiente es imperdonable para el “respetable” que un héroe sea feo, se nos muestra a Atila, como un esbelto joven, bonito rubiecito de ojos azules, reluciente dentadura, amante de jóvenes doncellas, maquilladas y depiladas, núbiles muchachitas que sus huestes en sus continuos pillajes, capturaban para su solaz. Este pulcro jovenzuelo nacido entre bramidos y un sin número de nana y hayas en Town of westlake y que con el correr de los años adquirió esas características de nuestra agua potable: incoloro, inodoro e insípido, se convirtió a la muerte de su hermano mayor en el joven caudillo de las hordas bárbaras conocidas como los Hunos. Estos honrados saqueadores habitaban principalmente la actual Hungría pero sus dominios se extendían desde las estepas de Asia Central, en las cercanías del mar Caspio, hasta la actual Alemania, y desde el Danubio hasta el mar Báltico. Como aquella inmensa región, era el límite natural del Imperio Romano, no tardó en entrar en conflicto con las legiones romanas porque estos muchachos atacaban territorios de tribus aliadas de Roma.
El emperador ValentinianoIII, que no era más tonto porque no nació antes y además sufría de “mamitis”, y al que se debe un gran desmembramiento del Imperio de occidente, solo se preocupaba de las diversiones y jugarretas de palacio, minimiza el poder del ejército de Atila, pero, su general Flavio, conocedor del inmenso poderío los Hunos, formará una alianza con las tribus visigodas para hacer frente a los invasores del este.