Una de las comedias de terror más delirantes de los últimos tiempos, al más puro estilo ochentero. Un derroche de mala leche, sangre de oferta, juguetes del sex-shop, efectos especiales cutres y, por supuesto, mucho metal.

La aventura de un metalero que conoce a otro fulano aún más metalero, que junto a dos pringados forman un grupo de metal, comienza cuando interpretan una partitura demoniaca que despierta a una fiera del averno, convirtiendo a todo el remilgado pueblucho en zombis. Y es entonces cuando se produce esa perfecta comunión entre metal, zombis, gore, demonios, gamberrismo, consoladores mortales y el grupo de pardillos de turno como única defensa del mundo ante la inminente llegada del apocalipsis. Sin miedo ni complejos ante su propia casposidad, la serie B de la florida década de los ochenta renace de su tumba para presentarnos a su hija bastarda, “Deathgasm”. ¿La sensación? Como cuando la piba del grupo escucha por primera vez en su vida metal.