Me imagino a los productores de esta película compungidos y con expresión tristona: "qué pena que no hayamos escogido otra familia protagonista, no sé, una de la que hubiese muerto alguien, por lo menos un niño o dos, que así la película ganaría aún más en dramatismo, ¿no? Mira que no haberlo pensado antes...".

Claro, porque a mayor tragedia, mayor caja. Contabilizando lágrimas como ingresos. ¿Es imposible eso? Desde luego que no.

Lo imposible debería ser que una película tan efectista, morbosa, artificiosa y artificial sea capaz de conmover a tanta gente y convertirse en el éxito del año. Lo imposible es hacer una película sobre una catástrofe de semejantes magnitudes y que resulte tan sumamente vacía de contenido y convencional. Lo imposible es que tiren del recurso fácil de la banda sonora omnipresente, la teatralización de escenas y el exagerado dramatismo de los personajes para enternecer forzosamente a un espectador que si acaba sucumbiendo es por cansancio más que por otra cosa. ¿Y todo con que fin? No es con el fin de concienciar y humanizar a la gente, porque para eso existe el formato de documental. No, qué va, aquí lo importante es el sensacionalismo. Lo importante es la liquidez, la ola de marketing, inundar las salas de cine y ahogarse entre fajos de billetes. Eso es lo importante. Lo imprescindible.