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España España · Miranda de Ebro
Voto de Cocalisa:
8
Comedia. Romance. Drama El padre de ella es argelino; la madre de él es judía. Ella es un espíritu libre, él tiene una mente cuadriculada. Ella es provocativa y desvergonzada, él es discreto y, desde hace años, vive abrumado por un gran sentimiento de culpa. Ella es promiscua, él es hombre de una sola mujer. Baya Benmahmoud y Arthur Martin son dos personas antagónicas, pero cuando Cupido entra en juego, la lógica salta por los aires. (FILMAFFINITY)
6 de enero de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sospecho que el responsable de la traducción del título original de esta película -Le nom des gens- sufría un episodio más que agudo de gastroenteritis cuando decidió bautizarla para su distribución exterior como Los nombres del amor, en el caso del mercado hispanoparlante, o The names of love, de cara al anglófono. Tal ocurrencia vendría así a explicarse como una deriva coherente con la sintomatología frecuentemente escatológica de la dolencia.

La elección de rótulos arbitrarios a la hora de distribuir largometrajes extranjeros en nuestro país no es novedosa, desde luego. Pero en este caso vienen a sumarse otras circunstancias agravantes. Me explico: si el anónimo botarate al que estoy insultando se hubiera molestado en ver al menos un fragmento de la cinta, habría captado la intención más que expresa de su director de alertar sobre los condicionantes que nuestro nombre (y, por extensión, nuestra pertenencia a una historia familiar, a un grupo social, a una etnia…) introduce en nuestra existencia individual, en nuestros sentimientos y nuestro comportamiento. Habría comprendido que una traducción literal del título -El nombre de las personas- se adecuaría a la voluntad del realizador y evitaría, de paso, conducir a algún espectador por un sendero erróneo. Si, además de gratuita, la traslación es, como aquí, rotundamente cursi el delito resulta definitivamente imperdonable.

Por fortuna, desde sus primeras secuencias la historia nos atrapa y conduce a los temas que Michel Leclerc pretende exponer. Adoptando una apariencia divertida, a ratos hilarante, pero aventando sin remilgos algunas de las sombras presentes en la sociedad francesa y, desde hace décadas, en buena parte del resto de Europa: las cicatrices dejadas por el colonialismo o el Holocausto, el rechazo del inmigrante, la pervivencia de estereotipos que ahondan las trincheras cotidianas, las dificultades de la convivencia entre culturas o creencias diferentes y larvadas en ocasiones por un descarnado afán supremacista, la resistencia de cada cual a afrontar las huellas de una experiencia traumática…

Materias graves, desde luego, pero sabiamente presentadas -que no descafeinadas- en un esquema de comedia clásica: aquella que parte del conflicto entre dos personalidades radicalmente diferentes destinadas sin embargo a enamorarse sin remisión. Ya saben, la persistente leyenda de la atracción de los polos opuestos. Comicidad basada en las situaciones, en la conducta extravagante de algunos de los personajes secundarios y, desde luego, en la disparatada lógica de la protagonista, empeñada en reconvertir fascistas por la vía de su reclutamiento sexual, labor a la que Baya Benmahmoud -brillantemente interpretada por Sara Forestier- se entrega con persistencia estajanovista. Una vocación que, obviamente, tortura a Arthur Martin, su atribulado coprotagonista, al que da vida un estupendo Jacques Gamblin.

El Premio Cesar al Mejor Guion Original, escrito por Michel Leclerc y Baya Kasmi, reconoce el acierto de su arriesgada apuesta: uso frecuente de la voz en off, parlamentos directos a la cámara, entrecruzamiento en una misma escena de actores que representan distintas edades de un mismo personaje, corporización de sucesos imaginarios… Narrativa desprejuiciada al servicio de una consigna rompedora: “el día en que sólo queden bastardos habrá paz en la tierra”.
Cocalisa
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