Una de las series que pese a que nunca me ha enganchado por lo plano y superficial es con los Súper Sónicos.
Fue una contrarrespuesta a la aún popular serie de los Picapiedra en el que se reflejó su tiempo futurista. Comprende de personajes que tuvieron su cuarto de hora: Super Sónico el jefe del hogar que trabaja en la fábrica de cohetes Espacios Cohetes Espaciales Inc. cuyo jefe inmediato es el Señor Júpiter de carácter reacio y malhumorado, su esposa Ultra Sónico que es la ama de casa, de carácter abnegada pero muy compulsiva, sus hijos Lucero y Cometín tiernos y enérgicos, la sirvienta querendona y estricta Robotina, el can parlanchín Astro y señor Cogswell el competidor tramposo que maneja la compañía Engranotes Clavos y Cosme Cósmico que tima las ideas del Señor Júpiter para así sacarlo del negocio.
Cada capítulo mostraba todos los artefactos y máquinas electrónicas en el que Súper, Ultra y sus hijos oprimen un botón y hace de todo un poco (quehaceres hogareños, resolución de inquietudes por medio de las supercomputadoras, actividades secundarios, etc.) y su tiempo de trabajo eran de sólo tres horas. Y bueno, lo que queda de tiempo es para pasar en familiar y apoyar cuando están en problemas y buscar soluciones.
Sin embargo, lo que me aburría la serie era lo plano, estereotipado, predecible y repetitivo en cada capítulo y faltaba unos cuantos personajes que le generara conflicto para darle más cuerda a la historia contrario rotundo a lo que fue con los Picapiedra. En pocas palabras: confort a la trama.
Pese a este lunar, los Supersónicos fue una serie muy interesante en donde una familia vivía con comodidad y manipulaban varios electrodómesticos y supermáquinas que le facilitaban su modo de vida y su estereotipo muy arraigado que llevaban pero logró consolidarse como la familia futurista y sus aventuras en el que lidiaban dentro de la vía láctea como si fuera una vida normal aterrizada en la vida real en esa época.
SI escogiera entre Los Picapíedra y los Supersónicos, obviamiente iría con Los Picapiedra por sus personajes carismáticos, por su creatividad, por su impredecibilidad, por su gracejo y por lo chevere en cada capítulo que se llevó a cabo. Entre gustos no hay disgustos.
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