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España España · Madrid
Voto de paki:
8
Drama Cabiria es una prostituta que ejerce como tal en uno de los barrios más pobres de Roma. Sueña, sin embargo, con encontrar el amor verdadero, un hombre que la aparte de la calle y a quien pueda entregarse en cuerpo y alma. Su bondad y su ingenuidad la convierten en víctima propicia de sucesivos vividores que se aprovechan de ella, le roban y la golpean. A pesar de sus fracasos, recobra la esperanza una y otra vez. (FILMAFFINITY)
18 de diciembre de 2010
5 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tienes que ser muy feliz para permitirte el lujo de que una historia te ponga tan triste. Para ver la mala estrella de una mujer tan cándida e inocente, cuyo único delito es tener la cabeza a pájaros, el corazón del tamaño de Coliseo y la moral a tope. Aunque siempre acabe con el alma en cabestrillo y las ilusiones a remojo en las frías aguas del Tíber. Y sin saber nadar, además.

Encuentro, decía, ensañamiento y alevosía con ella y con el espectador. Desde el minuto uno, en una primera escena brutal, se te encoje el corazón y ya no da tregua. Cabiria es una mujer que parece una niña o una adolescente llena de sueños, que sale todas las noches como si fuera a una fiesta de fin de curso en el instituto. A encontrar el amor de su vida. Lo que pasa es que no es la niña que parece. Es una prostituta que ejerce en los barrios más tristes de la ciudad, y todos los lugares que frecuenta parecen el arrabal del arrabal, y su barrio un vertedero y su casa, un "chabolo". Y todas las noches se sube al primer coche o camión que la invita a subir, pero donde no viaja nunca el amor de su vida. Y la gente con la que trata están como ella. O peor. Y, sin embargo, y desafiando esa regla constante de que todo lo que puede salir mal, saldrá mal, ella sigue manteniéndose a flote. La niña-mujer-puta es una loquita que sueña con un hombre bueno, cariñoso y trabajador que la convertirá en una mujer decente y un ama de casa, amante y madre. Y en esas "entremedias" sale todas las noches a estrellarse contra la realidad. La suerte, tal vez, tiene la cara del hombre famoso y rico que puede aparecer en cualquier momento, o la fe en el milagro que ella y, muchos como ella, esperan de alguna virgen buena, patrona de los imposibles y miserables, o, de la mano del hombre bueno que, una noche cualquiera, aparecerá para cambiarle la vida y el destino. Por fin.

No importa, sea lo que sea, ella seguirá soñando y esperando. Empapada, porque ha tenido que volver a zambullirse para recoger la última moneda que le quedaba del tesoro de ilusiones y proyectos. Le urge aprender a nadar, eso sí, porque cada vez le costará más subir a la superficie en un río cada vez más profundo. Eso es lo que me ha hecho sentir la película. Tristeza. Y abrumadora pena por Cabiria-Giulietta. Se me olvidó, incluso, que era una actriz porque su actuación es tan pavorosa, impresionante, triste, tierna, dulce y magnífica que te parece estar viviendo y sufriendo su realidad. La "neorrealidad". Uf! hay que saber soportarla. Y yo debo ser otra soñadora como Cabiria, pero sentí nostalgia de las películas de Lina Morgan, donde la mujer buena encuentra al amor de su vida que tiene la cara de Arturo Fernández como hombre rico y famoso que se enamora de una tontita con un bote de colillas. O conoce al mismísimo López Vázquez que es un empleado del Banesto o a un fontanero de Móstoles, bueno, cariñoso y trabajador que se la lleva a vivir a Cuenca... Los finales felices son otra realidad. Reconfortante a veces...
paki
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