Uno espera una película de samurais actual (no confundir con películas de guerreos asiáticos, como tigre y dragón, hero, no tiene nada que ver) y se encuentra una película que no es una aventura de un guerrero al uso.

Habla sobre un samurai a quien se le acaba de morir la mujer y tiene que cuidar de sus dos hijas y su madre, así que no sigue demasiado el camino de la espada, pero los hechos cambian, aparece una nueva mujer en su vida y un duelo, un duelo, pero que nadie espere que apartir de entonces será algo más sangriento.

Lo que más me gustó de la película es la delicadeza con la que está hecha, en ningún momento han pretendido hacer grandes vestuarios, ni grandes decorados, sino todo bastante simple, y eso le da un realismo muy grande, realmente da la sensación de que esa película ha sido grabada allí como cualquiera de Woody Allen en Nueva York. La fotografía es espléndida, sobre todo por el uso de colores que hace, además la película tiene un efecto general en el color raro, como si fuera una película en blanco y negro coloreada luego, eso le da un aire añejo, a lo Kurosawa.

En general, una película increiblemente bien tratada y llevada por el director, en ningún momento ha recurrido a lo fácil.