Es una poderosa aunque repetitiva historia que rompe moldes al reflejar a un "antihéroe" gay y su viaje interior de autoaceptación en la sociedad greco-australiana.

Es una historia intensa pese a las muchas ligerezas de sus, para mi gusto, demasiadas danzas griegas. Bien por la directora y muy bien por el apuesto protagonista de esta película, en la que hay tanta danza como droga y mucha necesidad de tijera para cortar escenas sobrantes (no las eróticas) o innecesariamente largas (no las eróticas).

No estoy del todo seguro de que se trate de una trama ciento por ciento convincente (por muy conservador y tradicional que sea el entorno, intenta reflejar a una comunidad de emigrantes en la sociedad contemporánea australiana. ¿Es creíble que el conflicto por ser gay sea tan autodestructivo y retorcido?) pero más allá de esta apreciación se trata de un filme poderoso e interesante.