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Voto de antonalva:
6
Romance. Drama Una mujer que se crió en una familia ortodoxa judía regresa a su hogar con motivo de la muerte de su padre, un rabino. La controversia no tardará en aparecer cuando comienza a mostrar interés por una vieja amiga de la infancia. (FILMAFFINITY)
28 de mayo de 2018
29 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las tres últimas películas que he visto dirigidas por el chileno Sebastián Lelio, tienen dos rasgos destacables en común: por una parte contienen una potente interpretación de su actriz protagonista – en este caso, por parte del apasionado dúo de heroínas – pero al mismo tiempo adolecen de un guión farragoso e inconsistente donde las cosas ocurren porque así lo decide el demiúrgico guionista que mueve los liados hilos, desmintiendo la lógica interna de sus personajes así como del devenir de la trama que en apariencia se nos propone. El resultado final acaba estando, por lo tanto, por debajo de las interesantes expectativas iniciales suscitadas, pero disimulado bajo una carpintería brillante, sugerente y ampulosa, buscando una complicidad que se ve abortada con el desenlace arbitrario que nos lleva a presenciar una conclusión que cuestiona y debilita lo que hemos estado visionando hasta ese momento con engrasada fluidez. O casi.

Estamos ante un relato polifónico donde por una parte se nos presenta la cotidianeidad en una comunidad judía ortodoxa radicada en el Reino Unido, así como los efectos devastadores y contrapuestos que dicha claustrofóbica existencia tiene sobre dos mujeres que contravienen la fidelidad a unas normas sexuales milenarias que obligan al sometimiento y a la anulación de la voluntad personal en favor de una acartonada obediencia a los dictados rabínicos más rancios. Esta misma historia la hemos vista enmarcada en otras culturas y geografías, por ello el cambio radica en el delicado mimo por el detalle y la veracidad en la reconstrucción de una sociedad endogámica, por completo contemporánea pero alejada de la realidad más inmediata, ayuna de compasión y de empatía, cegada por el acatamiento de preceptos y leyes que no han sido revisados en milenios.

Lo novedoso viene dado por la mirada bondadosa con que se envuelve el relato, dejando claro quién cuenta con la simpatía y apoyo del guionista y director – sus desdichadas protagonistas femeninas – y quién debe ser denunciado por anticuado y caduco – es decir, el colectivo cavernoso que retrata. Pero es justamente ese planteamiento maniqueo y mañoso, por muy de acuerdo que el espectador pueda estar con el fondo de la cuestión, lo que debilita y domestica la narración, ya que exige al espectador una toma de postura unívoca y sin fisuras hacia las víctimas, no dejándole ninguna libertad a la hora de enjuiciar lo que se está viendo. Es decir, estamos ante una cinta de tesis, donde se pregona la libertad individual el tiempo que se censura la disensión de dicho mandamiento. ¿Contradictorio, no?

Sin embargo, las espléndidas interpretaciones de Rachel Weisz y Rachel McAdams – muy bien arropadas por Alessandro Nivola – nos hace olvidar las deficiencias del planteamiento y nos sumergen en el torbellino propuesto sin apenas resistencia.
antonalva
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