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Voto de antonalva:
8
Drama Olivia (Alexandra Jiménez), Eloy (Bruno Sevilla), Guille (Isak Férriz) y Anna (María Ribera) viajan a Berlín para visitar por sorpresa a su amigo Comas (Miki Esparbé) que cumple 35 años. Este no los recibe como ellos esperaban y durante el fin de semana sus contradicciones afloran y la amistad se pone a prueba. Juntos descubrirán que el tiempo y la distancia pueden cambiarlo todo. (FILMAFFINITY)
8 de septiembre de 2018
71 de 99 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando echamos la vista atrás, tenemos la tentación de justificar o explicar nuestra vida con interpretaciones disparatadas o quiméricas para que las piezas de nuestro íntimo o colectivo rompecabezas encajen y nos veamos como el héroe (o antihéroe) de nuestra propia película. Y nos obsesionamos con ignorar que echando la culpa a circunstancias externas o imprevistas nos exoneramos de ver, sopesar y evaluar lo que somos y de lo que hemos alcanzado (o no). Ahora se ha puesto de moda – y como toda moda resulta cómoda y superficial – de estigmatizar y convertir en el demonio salvífico y redentor de todos nuestros infortunios, equivocaciones y fracasos vitales a la reciente y lacerante crisis financiera (y de valores) padecida. Culpando a la coyuntura económica y social de nuestros descalabros, yerros y fantasías evitamos asumir nuestra responsabilidad y podemos seguir creyendo que nos hubiésemos merecido un futuro más resplandeciente. Y si no lo logramos, los culpables fueron otros.

Estamos ante una comedia agridulce sobre el fin de los sueños juveniles, sobre la dramática realidad de nuestro mediocre presente, sobre la añoranza de los paraísos perdidos y sobre la dificultad de crecer cuando se está con el eterno síndrome de Peter Pan, queriendo alcanzar nuestra ensoñación fantástica de un futuro radiante, pero desconociendo que, como ya dijo John Lennon “la vida es eso que pasa mientras hacemos otros planes”. Es decir, crecer y madurar es soltar y despedirnos del pasado y dar la bienvenida y abrazar el presente, asumiendo que nunca nada acaba siendo ni lo que deseábamos ni lo que creíamos merecer, pero que tratar de mantener a flote una quimera hundida nos aboca al descalabro seguro.

Las virtudes de esta película comienzan ya por su soberbio título. Podría también haberse llamado ‘las despedidas’ o ‘los desencantos’, pero sin lugar a duda nos emplaza a asumir la grisura del cielo encapotado y sin lustre que preside la narración claustrofóbica y dolorosa de un Berlín desolado, tan mustio como unas amistades extenuadas que quizás antaño fueron radiantes, tan ajado como unos amores marchitos que quizás en el pasado lo llenaron todo de colores, tan opaco como un presente vacío de excusas y perdones que nos enfanga en un lodazal sin porvenir. Quedarse atrapado por el pasado – por lo que pudo ser o por lo que debería de haber sido – nos condena a ser un mero simulacro de vida. Asumir los fracasos nos ayuda a crecer.

Además del excelente guion (con unos diálogos de engañosa sencillez que encubren abismos de amargura) y de la sobria dirección que ilumina los recovecos más obtusos de los personajes, cuenta con un inestimable reparto que da brillo a unos sujetos tan mediocres como anodinos, tan reales como nosotros mismos.
antonalva
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