Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Colectivo Escala:
2
Drama. Intriga Francia, 1386. Narra el enfrentamiento entre el caballero Jean de Carrouges (Matt Damon) y el escudero Jacques LeGris (Adam Driver), al acusar el primero al segundo de abusar de su esposa, Marguerite de Carrouges (Jodie Comer). El Rey Carlos VI decide que la mejor forma de solucionar el conflicto es un duelo a muerte. El que gane será el poseedor de la verdad y, en caso de que venza LeGris, la esposa del caballero será quemada como castigo por falsas acusaciones. [+]
7 de diciembre de 2021
32 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sobre el panfleto político de dos horas para los adoctrinados en la ideología de género, poco hay que decir. Solo un fanático estúpido puede entender que hay una historia detrás de la pretensión de "justicia" de una víctima sin pruebas, más allá de la autodefensa. Una cosa es la enagenación que le es propia a la víctima, y otra, pretender que un tercero, sin pruebas, pueda condenar a alguien. Hermana, por supuesto que yo sin pruebas no te creo, evidentemente.

Sobre esta problemática gira el "ultimo duelo", que recoge un acontecimiento histórico real, uno de los últimos juicios por combate celebrados en la alta Edad media de los que tiene constancia documental, para retorcerlo y poner el foco en la supuesta legitimidad que tiene una mujer o no en poder condenar a un tercero por un crimen sin pruebas, con su mera acusación, que es el escenario en el que nos movemos. Absolutamente repulsivo.

Damon y Affleck, dos hombres blancos cis hetero ricos y célebres, se atreven a darnos lecciones de moralidad al resto de la plebe. Un guion digno de la cúpula nazi o del estalinismo más atroz. Una mujer absolutamente buena e inteligente, una víctima, con trazas casi de divinidad, en un mundo de hombres, a cual peor y más ignorante, muy malos y bestias, mucho, todos, todo el tiempo. Una mirada nada casual, necesaria si pretendes justificar que una mujer pueda condenar a un tercero sin pruebas, basándose su pretensión solo en su palabra. Es realmente vomitiva la exaltación cuasi religiosa hacia la víctima.

Si pretendes eliminar la presunción de inocencia, la igualdad formal ante la ley, exterminar en cámaras de gas a la mitad de la humanidad, o reeducarla en un gulag, necesitas deshumanizar a tu objetivo, necesitas venderlo como un grupo homogéneo y desalmado, no es algo que no se haya hecho en el pasado, y no es algo que no se vaya a hacer en el futuro.

Hija de su tiempo, el actual, donde el feminismo radical lucha, y esta consiguiendo, tanto acabar con la presunción de inocencia y la igualdad formal ante la ley del género masculino, como por conseguir, más privilegios aun de los que tiene, en las sociedades occidentales, con la pàlanca de la victimización propia y el sistemático ataque al género masculino utilizando cualquier cosa a su alcance. Que nadie se engañe, la película no va sobre el drama de una violación, de la injusticia de un crimen, en absoluto. La película pretende vender la idea de que la acusación de una mujer, de que su mera palabra, es suficiente para condenar a un tercero. Terrorífico. Política de garrafón para adoctrinados en la ideología de género, vestida por un Ridley Scott en plenitud.

Una estructura a lo Rashomon que aporta poco o nada a la trama, ya que las ligeras variaciones que ofrecen los diferentes puntos de vista no son nada que la propia construcción de los personajes no grite a pleno pulmón, osea es absolutamente inútil la repetición por triplicado, haciéndose bastante pesado el tramo central de la película. Es indiferente que el violador sepa que esta forzando a la víctima, para condenarle o no, en la Edad media y hoy. Es indiferente que el marido la crea o no, para condenar al agresor, en la Edad media y actualmente. Es indiferente que la víctima haya dado pie o no a la propia situación con sus propios actos, para condenar al supuesto agresor, en la Edad media y en nuestros días. No se necesita una estructura separada para contar esto. Lo único importante en la Edad media y en la actualidad para condenar a una persona son las pruebas, que acotan un hecho, que es el penado y la mera palabra de una mujer o de un hombre no es suficiente en ningun caso, o no debería de serlo al menos. El discurso a favor de eliminar la presunción de inocencia es atroz en general, igual que el desplazar la condena del hecho, la acción en concreto en un unas circustancias dadas, a la persona, pero cuando esta eliminación se esgrime solo para una parte de la población estamos hablando ya de otro nivel de perversidad.

Damon y Affleck, activistas políticos de izquierdas se suben al carro del feminismo radical, en un ejercicio de revisionismo histórico zafio y repulsivo. Apología barata y burda del derecho penal de autor, criminalización de un género al completo, en lo que no se puede calificar más que de una ejercicio claro de odio hacia la masculinidad. ¿Pagando deudas, quizás?, ¿algún cargo de conciencia?.

Sobre el resto solo se puede reconocer la maestría formal. Ochenta y cuatro añitos, es increible. Las dos escenas de acción, tanto la batalla como el duelo, son para enmarcar. Las actuaciones son bastante dignas, dentro de las limitaciones de cada cual, y un apartado sonoro efectivo y cumplidor. Una pena.
Colectivo Escala
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow