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Voto de Quatermain80:
7
Aventuras. Bélico La acción se desarrolla en Siberia y el Tíbet durante la ocupación inglesa de esas tierras a comienzos de los años 20. Narra la historia de un cazador local al que confunden con un descendiente del legendario Genghis Khan. Entonces los invasores deciden usarlo como títere político, sin saber que el cazador tiene sus propias ideas al respecto. (FILMAFFINITY)
13 de septiembre de 2011
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cierre de su magnífica trilogía acerca de la toma de conciencia revolucionaria, el maestro soviético Pudovkin eligió una curiosa ambientación, muy distinta del contexto urbano y proletario que había caracterizado a las películas precedentes, la magistral "La Madre" y la notable "El Fin de San Petersburgo". En efecto, la historia que aquí se nos narra se sitúa en los remotos confines de Siberia meridional, allí donde el dominio ruso lindaba con las enormes y desoladas estepas mongolas, y en vez de tener por protagonista a un miembro del proletariado, escoge por tal a un comerciante mongol bastante ingenuo. Cronológicamente, el filme se ambienta en la Guerra Civil posterior a la toma del poder por parte bolchevique, y muestra la connivencia de las potencias occidentales imperialistas (en este caso los británicos) con la contrarrevolución y los poderes locales tradicionales.

El "exotismo" de la película hace que Pudovkin se recree en aportar imágenes de corte documental, casi etnográfico, especialmente en el tramo inicial y en el fragmento dedicado a las ceremonias budistas; en el primer caso, sus planos recuerdan vagamente el estilo de Flaherty en "Nanook, el Esquimal", por su afán en plasmar el entorno con gran riqueza de detalles. Posteriormente, la película adopta un tono más épico y aventurero, que es lo más logrado de la cinta, asemejándose -en todo el fragmento de los partisanos- a la estética característica de un Western. La última parte es más reposada (exceptuando el final), simbólica y pedagógica, centrándose en los tejemanejes británicos para controlar el territorio, y en la toma de conciencia del protagonista, que se rebela ante su condición de títere en manos ajenas.

En conjunto, el resultado parece algo desigual, menos conseguido que en los títulos anteriormente referidos, pero pese a todo se alcanzan momentos de gran intensidad cinematográfica (las luchas partisanas, la secuencia final, los planos de las inmensas llanuras bañadas por la luz...), y otros de gran carga ideológica y simbólica (la estafa del mongol a cargo del negociante occidental, los preparativos para el encuentro diplomático entre británicos y el gran Lama, resuelto con gran ironía, o el intento de manipulación del protagonista por parte británica). Por todo ello, un adecuado y meritorio broche a una trilogía francamente brillante, sin duda una de las cimas del cine soviético.
Quatermain80
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