Un cuarto de “Corre, Lola, corre”, otro cuarto dividido entre el episodio de Wim Wenders de “Ten Minutes Older: The Trumpet” y la dirección de Guy Ritchie; y la mitad que nos queda de cóctel, rellenado con mucho GTA bajo la metralla video clip como recurso.

Resultado: la película más idiota, salvaje, estúpida, lamentable, vacua y violenta del año. Pero también la más divertida. La que mejor refleja el cine que se hace actualmente en Hollywood, a la que se le puede criticar la total ausencia de guión, aunque ¿algún producto palomitero lo necesita?

Al igual que el famoso videojuego de Rockstar nuestro protagonista va sumando “estrellitas” en forma de actos violentos y absurdos. La sucesión de momentos lamentables cobra forma en humor negro con ese chiste sobre Al-qaeda, en ese momento “Titanic” en moto, en ese delito de escándalo público, en esos diez minutos finales donde todo, todo, todo, todo vale y con ese remate final coherente con toda la cinta.

Merece la pena verla para reírse de la estupidez ajena, de la idiotez plasmada en el celuloide, de la violencia explícita sin moralidad y de todo aquello que odiamos de las películas americanas y su dirección videoclipera.
Los instintos más básicos se convierten en diversión.

La película por la que Tony Scott vendería su alma o el videojuego filmado que nunca hará Uwe Boll.