Haz click aquí para copiar la URL
Estados Unidos Estados Unidos · Raccoon City
Voto de Maldito Bastardo:
6
Acción. Thriller. Intriga Tercera entrega de las aventuras del agente Jason Bourne, que sigue investigando quién es y qué hay realmente detrás del programa secreto de la CIA llamado Treadstone. Un reportero británico de "The Guardian" le pone sobre una nueva pista facilitándole el nombre de Blackbriar. Bourne dará con él en Londres, en un intento de encajar las últimas piezas de ese pasado que él aún intenta recuperar. (FILMAFFINITY)
25 de julio de 2010
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como una batucada accionada por espasmos corporales, disparos atronadores, sonido de cristales machacándose y un leitmotiv cinematográfico común llamado velocidad. En “El ultimátum de Bourne” Paul Greengrass hace gala de méritos perfeccionándolas a la estética impuesta del renovado género. El final de “El mito de Bourne” era parte de una pirueta temporal. Hay más entre esa imagen y su predecesora. París, Londres, Madrid, Tánger y Nueva York. No es que la secuencia de la estación de Waterloo en Londres sea espectacular en medición de ritmo de montaje es que hay un plano que eclipsa a toda la saga y no es otro que Bourne atravesando una ventana para traspasar otra. Golpe de acción suspendido en el plano secuencia para rematar a modo de clímax meteórico final una trepidante persecución. Somos la sombra de Jason Bourne.

Parece ser que el destino al que imponen a muchos no venía expresado tácitamente en un contrato con compromiso de permanencia. El de Bourne es la muerte. Treadstone, Blackbriar, son simples nombres de operaciones encubiertas y asesinos a sueldo que son armas sin capacidad de debatir o discernir, actúan simplemente siguiendo la reglas paramilitares. Pero, he aquí una muestra de cine (encima comercial) que muestra las carencias y engaños de un sistema que busca sus propios intereses. Esa red de mentiras y conspiraciones internas hacen pensar en un caballo de Troya dentro de otro caballo a modo de matriuskas. Así, aparece la narración lineal donde una misión conduce a otra como meros resortes para hilvanar la evolución de la historia. Ese patrón clásico funciona porque no hay una narración fragmentada a lo Christopher Nolan. No la necesita porque el clímax en “El ultimátum de Bourne” es constante y asfixiante. Se podría comparar a la tensión que impuso el formato para TV de “24” pero no hay villanos ni héroes porque la acción los confunde y los contrapone. Los antagonistas no están a pie de batalla sino que se ocultan en despachos y salas de control donde deciden quién muere y vive en cuestión de segundos. Las marionetas se desestabilizan a golpes de cámara como si Greengrass deseará recrear los hilos tensos que les unen a las manos de sus amos. Meras extensiones de órdenes orquestadas suponen un punto de fuga y nervio-concisión visual la narración se enfoca a una búsqueda absoluta de una verdad, que no es otra que el génesis y el nacimiento del propio personaje.

Y el nacimiento luminoso y parto tormentoso con el que arrancaba “El caso Bourne” cierra la trilogía en “El ultimátum de Bourne”. Y acabó en el agua: puro líquido amniótico, puro material de acción hipnótico. Porque los ciclos y las trilogías que merecen tener una porción de nuestros recuerdos terminan como empiezan… En el agua y con tiros dentro… pero… ya sabemos lo que pasa con los bichos malos.
Maldito Bastardo
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow