Con esa música tan manida al principio, esos personajes tan manidos y esos diálogos tan manidos… Todo por tres, tres veces manido. Entre pisada y pisada llegan los clichés: niña pidiendo una promesa a su padre y madre largando que está preñada… Por supuesto en una estación… Llevo ya tantos clichés que no me caben en los dedos de los pies y la película no lleva más de cinco minutos ‘caminando’.
Después empieza el puteo globalizado, la reclusión, el cuento de siempre: ‘nuestros amigos los americanos le deportaran, tenemos un acuerdo con ellos’ (todo eso en acento ruso).

Llevo ya veinte pasos y continúan los momentos maniqueos. Lo único bonito que se ve es la aurora boreal pero encima está retocada con un horrendo chroma key y un momento ‘pidiendo perdón a una foca por haberla tiroteado y descuartizado’. Se nota que la película quiere gustar a todo el mundo. Cliché nº 2001.

‘Tengo que volver a casa’ y yo me repito ‘¡Tengo que dejar de ver esta película!’ y luego encima se pone a gritar. Cliché nº 158 de toda adaptación de un best-seller.
Ahora entiendo “Nothing” de Natalli, ese fondo blanco y ese deambular en la nada. Hubiese sido una gran película si su género estuviera orientado hacía el sci-fi.
Luego se encuentra con un árbol y grita, abrazándolo, ‘¡Eres un árbol!’ y yo me sigo preguntando si mis pies me pueden llevar a patear el culo de todo responsable de esta película.

Más momentos efectistas, encuentros varios-y-pintos que pintan poco para adornar un final al que le falta Isabel Gemio. ¡Qué camino más largo! Todo huele a pies rechinados por el cansancio.