Haz click aquí para copiar la URL
Estados Unidos Estados Unidos · Raccoon City
Voto de Maldito Bastardo:
9
Intriga. Drama La percepción de la realidad de una actriz (Laura Dern) se va distorsionando cada vez más. Al mismo tiempo descubre que, quizá, se está enamorando de su partenaire (Justin Theroux) en un remake polaco inconcluso y supuestamente maldito. (FILMAFFINITY)
3 de marzo de 2007
253 de 348 usuarios han encontrado esta crítica útil
La sala nº 5 de los cines Renoir de Plaza España podría formar parte del universo de David Lynch. Reducida como si de un alargado pasillo se tratase. Filas con la numeración cubierta con cinta adhesiva negra, compuestas por butacas tapizadas de tela violeta y una numeración ilógica: 3-1-2-4. Pese a que el espectador puede estar perdido por unos instantes todo es coherente: tan sólo hay que preguntar y contar las filas. Una vez sentado se debe esperar a que en la diminuta pantalla se proyecte la película.

El espectador también se encuentra perdido cuando visiona “Inland Empire”, cuando Laura Dern abre puertas adentrándose en universos paralelos y oníricos.
Tomine nos remonta a los inicios, cuando el cine era IMAGEN, cuando la FASCINACIÓN trasportaba al espectador a otro mundo, a otro universo dónde la MÚSICA se fusionaba con la proyección. El cine era así pero el espectador corría el riesgo de perderse. ¿Cómo entendería ese espectador un flash-black? ¿Cómo podría introducirse en una narración compleja como la de “La carreta fantasma” (1921)? Existía a veces una figura en los cines. Un narrador que explicaba al espectador lo que se proyectaba. Lo que era un sueño, un recuerdo, lo que formaba parte del relato y el porqué se encontraba en la narración.

Ahora el espectador no está perdido. No necesita de ayuda. El cine actual le ofrece una fórmula de fácil solución. Le muestra una suma simple: “dos más dos son…” y el espectador ha averiguado desde los primeros diez minutos la solución lógica al problema.
Pero Lynch es insobornable desde que se adentró a la deformación del subconsciente fílmico con “Cabeza borradora”. Podría ser el nuevo Tod Browning (“El hombre elefante”) o el moderno John Ford (“Una historia verdadera”) pero eligió otro camino, otra senda cinematográfica, otros riesgos, otro cine. Un cine inimitable que sigue los pasos, ahora en formato digital, de “Carretera perdida” y “Mulholland Drive”.

¿Tomadura de pelo? ¿Fascinación? ¿Qué hubiese pasado si Lynch no figurase en los títulos de crédito? ¿Si esa troupe de pedantes más falsos que una moneda de dos caras que siguen y aplauden su obra odiasen esta misma propuesta si la hubiese dirigido otro director? ¿Se es acaso ya un pedante por admirar el cine de Lynch?

Pero aparecen otras preguntas:
¿Dónde acaba la relación de un actor con su personaje? ¿Del director con su obra? ¿Cuánto debe durar una película? ¿Dónde debe encontrarse su final? ¿Dónde está el génesis del personaje? ¿Y si el actor no supiese qué papel está interpretando? ¿Si tuviese que encontrar a los fantasmas y el espectro que lo componen? ¿Con qué sueñan los actores? ¿No soñamos el resto de mortales con nuestro trabajo? ¿Dónde se encuentra ese límite entre realidad y ficción? ¿Existe el meta-meta-meta-cine? ¿No es acaso “Inland Empire” una cinematográfica revisión de Lynch de “Opening Night”? ¿De un reencuentro del actor con el origen de su papel? ¿Del descubrimiento del cine con el cine?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Maldito Bastardo
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow